Alade*
Miradiel se detuvo delante de ella, levantando la mano para tocar su barbilla. Su toque era cálido, casi rudo, pero aun así gentil. Alzó su rostro, obligándola a mirarlo. Sus ojos amarillos parecían dos brasas encendidas en la penumbra.
"Si quieres desistir, puedes irte" dijo, la voz grave y ronca como un trueno ahogado. "No necesito forzar a nadie a acostarse conmigo."
Alade sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Tragó en seco, intentando mantener firme la voz.
"Tenemos un acuerdo… y pretendo cumplirlo."
"¿Estás segura?"
"¿Por qué me cuestionas tanto sobre esto ahora? ¿Quieres desistir?" replicó, la tensión en su voz traicionando la irritación creciente.
Él sonrió de lado, una sonrisa pequeña, casi triste.
"No quiero que empieces a odiarme mañana."
Ella se estremeció ante la sinceridad de lo que oyera. Inspiró hondo, sintiendo el olor caliente de la piel de él en el aire, algo entre tierra, humo y cuero.
"¿Y lo que siento por ti… te importa?"
"¿Qué crees?"
Por un instante