Alessia Davis, una joven de 20 años, vive en una lujosa villa con su padre, Don Ricardo Davis, y su madrastra, Alana. Sin embargo, detrás de la fachada de lujo y comodidad, Alessia esconde un secreto que podría destruir su vida: está embarazada de Anthony, el hombre que ama, pero que no es aceptado por su padre debido a su origen humilde. Antes de que Alessia pueda revelar su secreto, su padre la obliga a casarse con Leonard Blackmond, el heredero del poderoso imperio de la familia Blackmond. Alessia se siente atrapada y desesperada, sabiendo que no puede casarse con un hombre que no ama y que no sabe que está embarazada de otro. Con la boda acercándose, Alessia se siente cada vez más desesperada y sola. Su única esperanza es encontrar una manera de escapar de su destino y seguir su propio camino, junto con Anthony y su hijo no-nato. Pero el pasado de Alessia está lleno de secretos y mentiras, y pronto descubrirá que su familia está ocultando un oscuro secreto que podría cambiar su vida para siempre. ¿Podrá Alessia encontrar la fuerza y el coraje para seguir su corazón y escapar de su destino? ¿O estará condenada a vivir una vida de mentiras y secreto, atrapada en una red de intrigas y poder?
Leer másCAPÍTULO 1
Noticias devastadoras. Alessia se arreglaba para compartir la cena con su padre y el resto de la familia. Sentada en la orilla de la tina de baño esperaba ansiosa aquel resultado del test de embarazo que tenía en sus manos, mismo que acababa de realizarse hace apenas un momento. Sentía su corazón latiendo a mil por segundos, esperando ver un resultado negativo en él y que esas irregularidades en su ciclo menstrual se debiera al agotamiento que se había sentido tanto física como mentalmente en los últimos días. (tocan la puerta) —Niña Alessia, debe bajar al comedor, su padre anunció que llega en quince minutos —comenta Nadia, la nana de Alessia—. Sabes lo estricto que es Don Richard con la puntualidad. No haga que se enfade nuevamente. —Voy nani, en un momento bajo —respondió lo más calmada que pudo, pero la anciana mujer que estaba parada detrás de la puerta podía reconocer su voz llorosa a kilómetros. —¿Está todo bien? —insistió—. Niña Alessia, si se siente mal puedo... —Sí nani, todo está bien, tranquila. En seguida estoy contigo, espérame en el salón —respondió y bajó la mirada hacia el test de embarazo, mismo que estaba marcando un par de rayas rosadas. Esas que cambiarían el destino de la chica para siempre. Sus lágrimas caían en cascada por sus mejillas y sintió un nudo atado a su garganta al pensar que su destino cambiaría para siempre a partir de este momento. Miró incrédula ese test una vez más y volvió a leer el manual de uso. Ese resultado causó un impacto fuerte en ella. Sintió como su boca se secó de inmediato y sus manos comenzaron a temblar, tanto que no pudo sostener el test en ellas. No había fallas, ni resultados erróneos. «¡Estoy embarazada! ¿Qué voy a hacer ahora? Mi padre querrá matarme», pensó, ahogada en llantos. Tomó el kit, lo introdujo en su caja y lo echó a la pequeña chimenea de su habitación, la encendió y mientras observaba el fuego, deseaba que nada esto fuera cierto, pero también sabía que con desearlo no se haría realidad. Esto es grave, pero por ahora voy a encargarme de una sola cosa a la vez, estoy segura de que Anthony estará feliz con la noticia, aunque yo estoy muerta de miedo. La cena familiar se llevaba a cabo en el gran salón de la enorme villa de la familia Davis, rodeada de jardines perfectamente cuidados y una vista impresionante de la ciudad. La mesa estaba puesta con la mejor porcelana y cristalería, y el aroma a comida italiana recién hecha llenaba el aire. Alessia se sentó en su lugar habitual a la derecha de su padre, don Richard Davis. Su madrastra Alana, se sentó en el otro extremo de la mesa, con una sonrisa forzada en su rostro. Los hermanastros de Alessia, Marco y Andres, se sentaron en los lugares restantes, charlando y riendo entre sí junto con su madre. Don Richard, un hombre de unos cincuenta años, con un rostro severo y ojos fríos, se levantó de su silla y golpeó su copa de vino con una cucharilla para llamar la atención de todos. —Queridos familiares —comenzó a decir el hombre con una voz fuerte y autoritaria—. Hoy es un día muy especial. Un día en el que celebramos la unión de nuestra familia con una de las familias más influyentes, no sólo de este país, sino del continente entero, es para mí un honor unir lazos de sangre con la familia Blackmond. Alessia sintió un escalofrío que recorrió su espalda. ¿Qué estaba pasando? ¿De qué unión hablaba su padre? Sus hermanos eran menores de edad, imposible que contrayeran matrimonio a esa edad y por supuesto que ella no era ninguna tonta, sabía de lo que su padre hablaba. —Cariño, ¿De qué hablas? —preguntó Alana, esposa de Don Richard y madrastra de Alessia. Don Ricardo continuó hablando, sin darle importancia a la confusión que se marcaba en el rostro de su primogénita, Alessia. —Me complace anunciarles que nuestra querida Alessia se casará con el joven Leonard Blackmond, el CEO de la empresa más prestigiosa de la ciudad. Alessia se sintió como si hubiera sido golpeada en el estómago. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? Ella no había sido consultada sobre este matrimonio antes de que se tomara la decisión. No sabía nada sobre el joven Leonard. Y, lo peor de todo era su pequeño secreto, ese que comenzaba a crecer en su vientre. Un hijo de ella y del hombre que amaba, ese chico que por ser de origen humilde jamás sería aceptado por su padre. La habitación comenzó a dar vueltas a su alrededor. Alessia se sintió mareada y confundida. Era como si el oxígeno se hubiera escapado de ese lugar ¿Cómo podía su padre hacerle esto? ¿Cómo podía obligarla a casarse con un hombre que no conocía? Mientras tanto, Don Richard seguía hablando sin darle importancia a la reacción de Alessia. —Este matrimonio será beneficioso para la familia. Ya que nos permitirá consolidar nuestro poder e influencia en la ciudad. Gracias a esta maravillosa unión tendremos el capital suficiente para expandir nuestra empresa y las ganancias se duplicarán. El respaldo del apellido Blackmond nos acompañará siempre y nuestra industria hotelera crecerá significativamente. Alessia se sintió como si estuviera viviendo una pesadilla. No podía creer que su padre le esté haciendo esto. Le parecía inaceptable que la estuviera obligando a casarse con un hombre que no amaba uno que ni siquiera había visto una vez en su vida. Esto era peor que ser cambiada por tres pollos en el mercado. De repente, un extraño movimiento se sintió en su estómago. Creyó que lo había imaginado pero eran los nervios que le estaban jugando una mala pasada. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a salir de esta situación? Sin duda su padre la mataría si se enterase de lo que estaba tratando de ocultar. Sabía que el heredero de los Blackmond estaría esperando desposar a una mujer virgen y no se imaginaba lo que podría pasar si él también se enterase de su secreto. Don Richard continuó hablando, sin siquiera preguntarle a Alessia como se sentía al escuchar su propuesta. —La reunión con Leonard y su familia se llevará a cabo el próximo sábado en nuestra casa. Ahí debemos fijar una fecha para la boda. Alessia, debes lucir hermosa ese día. Será un evento formal, por eso les pido que se vistan adecuadamente. Hija, tú serás la anfitriona, así que asegúrate de ponerte tu mejor atuendo. Alessia sintió como si el mundo se le viniera encima. No podía creer que su padre estuviera haciendo esto. —Papá, no puedo... —comenzó a decir Alessia, pero su padre la interrumpió con un gesto enojado—. —No hay discusiones, Alessia —comentó Don Richard con una voz fuerte y autoritaria—. Ya he tomado una decisión. Tú harás lo que se espera de ti. No te atreves a desobedecerme o enfrentarás las consecuencias. Alessia se sintió como si hubiera sido aplastada por la ira de su padre. Quien jamás la había tratado de esa manera. Estaba abusando de sus derechos como persona, pero sabía que era inútil negarse, nadie allí la ayudaría, ninguno de ellos se pondría de su lado, viendo que lo único que hacían era reírse de su situación. —Si... —comenzó a decir Alessia, pero su padre la interrumpió de nuevo—. —No hay 'si', Alessia —dijo Don Richard con una voz fuerte y rígida—. Ya está decidido. Tú te casarás con Leonard Blackmond y punto. Alessia se sintió derrotada. Había perdido la guerra mucho antes de empezarla, ahora lo que más le preocupaba era ese pequeño secreto que crecía en su vientre y que no de ninguna manera debía ser revelado. Pero Alessia no se rindió. En su interior, una llama de rebeldía comenzaba a encenderse. Ella no se iba a rendir sin luchar. Estaba decidida a encontrar una manera de escapar de este matrimonio forzado y de seguir su propio camino junto al hombre que amaba. Por ahora, únicamente se limitó a asentir con la cabeza. El nerviosismo la invadía por completo. Su mente estaba llena de dudas y pensamientos confusos, pero no podía permitir que nadie notara su angustia. Trataba de mantener la calma, pero su cuerpo delataba su ansiedad. Su corazón latía con fuerza y sus manos, que permanecían sobre la mesa, temblaban ligeramente. La presión del momento era insoportable. No sabía qué hacer ni como reaccionar. El secreto que llevaba dentro, ese pequeño ser creciendo en su vientre, era una bomba de tiempo que temía que estallara en ese momento si se atrevía a hablar. No podía discutir con su padre, no cuando sabía que su futuro y el del niño que crecía en su vientre dependían de sus decisiones. Las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Y todo lo que pudo hacer fue mantener la cabeza baja y asentir mientras la ansiedad la consumía por dentro. —Está bien, papá. Lo haré. Don Richard sonrió, satisfecho con la respuesta de su hija. —Excelente —comentó el hombre con una enorme sonrisa plasmada en su rostro—. Ahora, vamos a disfrutar de la cena. Tenemos mucho que celebrar. La cena continuó, con Alessia sentada en silencio viendo el plato fijamente, vacilando con el tenedor y su comida sin siquiera atreverse a probar un solo bocado, su mente estaba absorta, llena de pensamientos y planes para escapar de esa prisión que significaba ese matrimonio y seguir su propio camino. Pero sabía lo difícil que sería llevar a cabo sus planes.Epílogo – Después de la tormenta.Hubo un instante, muchos meses después de la boda, en que Alessia despertó antes del alba. El mar aún dormía, arropado por la penumbra azul marino que cubría la bahía, y solo el canto suave de algunas aves anunciaba el nuevo día. Ella se incorporó con cuidado para no despertar a Leonard, quien dormía a su lado con la frente levemente fruncida, como quien guarda en sueños un recuerdo preciado. Se levantó y caminó descalza hacia el ventanal que daba a la bahía. Afuera, un velero se recortaba en el horizonte, meciéndose con la corriente, como un poema que aún buscaba su verso final. A lo lejos, los contornos suaves de los acantilados dibujaban sombras apenas perceptibles: el paisaje parecía un mapa silencioso de lo que habían vivido, de los abismos y del filo donde se había templado su decisión de amar sin dejarse devorar por el odio.Leonard despertó al sentir la ausencia de Alessia. Con los párpados entrecerrados la vio ya observando el mar, y algo
Capítulo 174Hasta el último latido.La noticia llegó sin previo aviso. Leonard y Alessia estaban en la cocina de la mansión Blackmond, compartiendo un desayuno. Él había estado preparando el café, mientras ella hojeaba los informes de su próxima reunión con los socios de Tokio. Cuando el celular de Leonard vibró sobre la mesa.La atención de ambos se dirigió al dispositivo. Un mensaje. Luego otro. Hasta que una llamada interrumpió la quietud.—¿Iván? —preguntó Leonard, mientras su amigo respondía con el rostro tenso.Leonard escuchó, asintió apenas y finalizó esa llamada. Dejó el celular sobre la encimera como si le pesara.—Anthony está muerto —dijo con voz seca.Alessia dejó caer los papeles. No reaccionó de inmediato. Solo se giró hacia Leonard, sin entender del todo.—¿Qué… cómo?—Tony se entregó a la policía esta madrugada. Llevó el cuerpo a la comisaría. Lo tenía en un sótano. Lo torturó durante días. Lo dejó pudrirse vivo.Nadie habló. El silencio cayó como un puñal sin filo:
Capítulo 173La carroña del remordimiento.Doce días habían transcurrido desde que Anthony, indefenso, quedó atrapado en aquel sótano olvidado. Si en un principio el dolor había sido un fogonazo brutal, ahora se había convertido en un zumbido constante que le recorría cada nervio, cada fibra de su cuerpo. Su silueta, tendida sobre la camilla de hierro, era una grotesca ofrenda a la venganza: la piel, antes tersa y firme, presentaba ampollas de un morado acre, como hematomas que se negaban a curar. Otras zonas ya mostraban el crujir de la putrefacción, donde la carne se rendía al hedor persistente de la descomposición y a un enjambre de insectos diminutos. A través de sus fosas nasales, Anthony aspiraba un aire turbio, cargado de fiebre y de la promesa de una muerte casi siempre esquiva.Había intentado, en los primeros días, suplicar. Alzó la voz con todas sus fuerzas, imploró perdón, ofreció su vida y la de sus seres queridos. Pero Tony—implacable—lo visitaba cada pocas horas para
Capítulo 172Un juego de sombras.Dos días después, el sudor se había convertido en el compañero constante de Anthony. Su cuerpo, pálido y delgado, pendía de la camilla como una marioneta a la que le habían cortado los hilos. El goteo lento del suero intravenoso soltaba gotas cristalinas que titilaban al ritmo irregular de su respiración. A punto de volverlo loco.Cada latido de su corazón resonaba con la fuerza de un tambor de guerra en el silencio mortal del sótano.Los focos amarillentos colgaban de cadenas oxidadas, proyectando sombras en las paredes carapeladas y mohosas. Aquellas sombras parecían burlarse de Anthony: figuras alargadas que se retorcían, torturadoras silenciosas que compartían su dolor. O deformaban aún más sus pensamientos.Había perdido la cuenta de las horas; los días se habían fundido entre sí como una pesadilla sin fin. Aun así, su mente luchaba por aferrarse a la cordura.El dolor era insoportable. Había tenido que soportar doce clavos incrustándose en su p
Capítulo 171El inicio de su castigo. El portazo resonó en el pasillo como un estruendo contenido. Alessia, expectante junto a la puerta, apenas si pudo contener el impulso de soltar un alarido de alivio cuando vio la figura de Leonard aparecer bajo el dintel. Sus pasos eran firmes, pero cansados; el polvo y la tensión de la persecución aún se aferraban a su chaqueta.Sin pensar, Alessia se lanzó hacia él. Sus brazos se enroscaron alrededor de su torso, apretándolo con tanta fuerza que sintió crujir su propia respiración. Él, sorprendido, titubeó un segundo antes de corresponder al abrazo, depositando con cuidado una mano en su nuca, como si quisiera asegurarse de que, aquella vez, nadie volviera a arrebatársela.—¡Leonard! —susurró ella, con la voz quebrada—. ¡Estás vivo… estás bien…!Leonard cerró los ojos, apoyó la frente contra su cabello y aspiró el aroma de su perfume, mezcla de jazmín y canela. Fue un gesto pequeño, íntimo, que duró apenas un latido. Luego, con la misma inte
Capítulo 170La cacería del lobo.Los dias seguian pasando con una calma tacita. Para algunos se respiraba paz y tranquilidad. Para otros era un juego. Una cacería interminable.Tony apretó el sobre manila en sus manos mientras salía de la oficina improvisada que anteriormente había pertenecido a Camila, ubicada en un viejo apartamento de la ciudad. Su perfume seguía impregnado en ese lugar y eso era su mayor motivación para conseguir venganza. La hoja doblada en su mano contenía la dirección exacta de Anthony: un almacén ruinoso en las afueras de la ciudad, donde se decía que se ocultaba para preparar su próxima jugada contra la familia Blackmond. El corazón le latía con fuerza; hacía meses que aquel hombre le había arrebatado la vida tal como la conocía, y ahora, cegado por la rabia, Tony había jurado saldar cuentas por su propia mano.—No habrá policías —se repitió en voz baja, mientras el tráfico matinal comenzaba a retumbar en la calle—. Esta vez, la deuda se paga mano a mano.
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