El celular de Alina vibró sobre la superficie de ébano del escritorio, un zumbido corto y seco que sonó como un disparo en el silencio de la oficina.
Alina dejó de respirar por un segundo. Su mano, perfectamente manicurada pero temblorosa, se deslizó sobre la pantalla para leer la notificación. No había nombres, solo un número desconocido que ella sabía pertenecía al teléfono personal y no rastreable de su asistente.
"Todo está listo. La logística está trazada."
Alina sintió una mezcla de alivio y pánico. Estaba a punto de cruzar una línea de la que no había retorno. Sus dedos volaron sobre el teclado virtual:
"Voy para allá."
Antes de que pudiera bloquear el teléfono, llegó una segunda respuesta, frenando su impulso:
"Por favor espere. Tengo que darle ciertas instrucciones precisas. No se mueva. Voy a su oficina."
Alina tragó saliva y se recostó en su silla ejecutiva, mirando hacia el techo. Cada minuto que pasaba era un minuto en el que Igor podía entrar por esa puerta para regodear