(Ella) Para lo que hago no se necesita mucha experiencia, soy una puta que se gana la vida detrás del vitral de uno de los barrios más emblemáticos de Ámsterdam. Quizás tenga motivos para dedicarme a esto, quizás no. Quizás me cueste adaptarme a una cultura y forma de vida diferente, quizás no. De lo que estoy completamente segura es que no estaba preparada para encontrarlo a él, porque es muy difícil ser de día una chica común y corriente y de noche convertirme en la chica detrás del vitral. (El) Soy un empresario, trabajador, responsable y casado. Desde que murieron mis padres me encargo de administrar el patrimonio que me dejaron relacionado con la siembra y exportación de tulipanes. Hace tiempo que mi mujer está en silla de ruedas producto de un desafortunado accidente; hecho que la ha transformado haciendo de nuestras vidas una miseria. Una noche salgo desesperado porque ya no aguanto más y entonces la veo a ella detrás de un vitral y siento que todo empieza de nuevo.
Ler maisUn año antes.
— ¡Hibrand! ya tienes todo lo que querías para la reunión encima de tu mesa, creo que ya no me necesitas hasta esta noche—hizo una pausa para respirar y se colocó las manos en las caderas —. ¿Te das cuenta de que serán como veinte horas de trabajo? Eres un explotador —bramó Licelot, mano derecha y mejor amiga de Hibrand. Se conocieron en la universidad y eso le daba el derecho para llamar a su jefe explotador en su cara. Ella no se andaba con remilgos a la hora de cantarle las cuarentas cuando hacía falta.
—Ahora me imagino que te vas, pero como has dicho; esta noche quiero tu culo en esa cena, sabes que esa reunión es muy importante para la empresa y me da igual si te exploto o no.
—Lo sé, sé que te da igual, no sé para qué pierdo el tiempo haciéndote ver lo obvio y esta noche ya te he dicho que ahí estaré, pero eso no entra en mi contrato laboral, así que esas horas extras me las tendrá que pagar —respondió ella mirándolo inquisidora.
— ¡Interesada es lo que eres! ¿No te han dicho nunca que eres un grano en el culo? —preguntó Hibrand mirándola desde su puesto detrás de la silla de su escritorio.
—No, más bien me han dicho que quien es un grano en el culo es otro.
— ¡Los cojones! a mí me aman, tú búscate una vida y así se te quita lo amargada —respondió mirándola serio.
—Si no me estuviera veinte horas al día explotándome en esta empresa ya la tendría cabrón —bramó Licelot con mofa. Todo era una broma, así se llevaban siempre, él era su jefe, pero eran peleas sin ninguna malicia, solo por el hecho de divertirse. Ambos se conocían muy bien, no en el sentido que estáis pensando. Siempre habían sido amigos, pero solo eso, nunca ha habido ningún tipo de atracción, Hibrand era un hombre guapísimo y por ese hecho ella precisamente decidió tenerlo como amigo. Era un baja bragas, pero las suyas desde luego que no, ya bastante había tenido con quitarle las mujeres de encima antes de que decidiera casarse. Desde que lo conoció hará alrededor de diez años siempre había sido su confidente, su compañera de copas, bueno… ese último título hasta que Heleen; su mujer decidió quitárselo porque según ella; un hombre y una mujer no se podían ir de copas si no era para luego follar, por eso ahora solo ostentaba el título de confidente.
—Me voy, tengo que ir a por un vestido para esta noche, espero que mi jefe me pague el importe, pero no te preocupes te lo cobraré como horas extras también, no vaya a ser que llegue a los oídos de Heleen y piense que me estás regalando algo.
—Lo que mi mujer piense con respeto a ti y a mí, me tiene sin cuidado, eres mi empleada, pero también eres mi amiga, la única a quien le cuento mis cosas. Ahora ve y ponte guapa, que esta noche tenemos que triunfar —dijo Hibrand despidiéndola. Sabía muy bien la empleada que tenía, Licelot era de las pocas personas que en el trabajo lo daba todo, para él era un gusto contar con ella en su plantilla, eso no se lo diría nunca, si lo hacía ella se aprovechará de ese momento de debilidad.
La empresa que gestionaba Hibrand se llamaba “Brouwer Holanda” dedicada a la producción y venta de bulbos, semillas y Esquejes de tulipanes. Era una empresa familiar a la que sus padres dedicaron toda su vida, dejándola como herencia cuando murieron hacía dos y tres años, pero no la gestionaba por obligación, lo hacía por amor y porque se preparó toda su vida para hacerlo, porque sabía que algún día llevaría las riendas de lo único que ha conocido como la fuente de ingresos de su familia.
Hacía cuatro años que se había casado con Heleen, hasta hacía poco llevaban un matrimonio tranquilo, él la amaba, estaba muy enamorado de ella, pero desde un año atrás ella había cambiado, se le había metido entre ceja y ceja que quería tener un hijo, a Hibrand también le hacía ilusión, pero por más intentos que hacía ella no lograba quedarse embarazada. Los médicos le dijeron que no había ningún problema, que tenía que relajarse, que cuando tenga que ser será, pero ella no hacía caso y últimamente él se sentía más como un semental que como un hombre enamorado. Ella solo quería tener sexo cuando estaba ovulando y Hibrand se estresaba tanto que muchas veces terminaba dando un gatillazo.
Dejó de pensar y miró la pantalla de su teléfono, estaba sonando, la foto le decía que es su mujer.
— ¡Hola! —respondió.
—Hibrand cariño, vente a casa, hoy empiezo a ovular y tenemos que, ya sabes…
—Heleen, tenemos una cena, ¿te acuerdas? —contestó Hibrand sin humor.
—Ya lo sé, y te voy a acompañar, pero me harás el amor antes, creo que estoy…, quizás hoy hagamos un Hibrandcito —contestó su mujer con voz zalamera.
—De acuerdo, salgo para casa —respondió desilusionado, ella no lo llamó para que le haga el amor por el mero gusto, lo llamó porque pensó que podía ser el día de hacer un hijo. Hibrand creía que el amor no debe ser eso, que no se puede tener sexo con esa fijación, que los hijos deben venir cuando tengan que hacerlo, pero no así, así no.
Llegó a casa cansado, estaba agotado llevaba un día de m****a, porque en la mañana tuvo que ir muy temprano al campo donde tenía las plantaciones de tulipanes. Casi todos los días antes de ir a la oficina iba al campo primero, hablaba con los encargados y veía lo que hacía falta para obtener resultados óptimos en la cosecha de tulipanes, luego había tenido que reunirse con los inversores ingleses, que son con los que había quedado esa noche para cenar y llegar a un acuerdo de compra y venta.
—Heleen, ¿dónde estás? —preguntó después de entrar a su casa, tenían una casa espectacular en el centro de Ámsterdam, la compró cuando se casó. Antes vivía con sus padres, aunque siempre ha tenido un apartamento de soltero en el barrio de Plantage, el cual tiene cerrado. Un tiempo atrás a esa casa llegaba con ilusión, ahora lo hace con temor hasta de ser violado por su mujer.
—Aquí cariño, te estoy esperando arriba.
—Heleen, llegaremos tarde —informó mirando el reloj —. No debemos hacer esperar a los inversores —la cena de esa noche era muy importante para su empresa, porque esperaba que se concretara el envío de los contenedores al reino unido. Los inversores ingleses estaban en Ámsterdam en busca de plantaciones de tulipanes para comercializarlo en perfumería.
—Te prometo que en cuanto terminemos me visto y nos vamos —dijo desde la cama, donde estaba totalmente desnuda y abierta, esperando que él entrara en ella tal como lo haría un animal a otro, sin preliminares ni nada, eso lo deprimía y no se le ponía dura.
— ¿Hibrand, que pasa? —preguntó Heleen esperando.
—Pasa que no se me pone dura, que me siento usado, que hacer el amor no debería significar esto joder, eso pasa.
—Vete a la m****a Hibrand —dijo levantándose de la cama y saliendo de la alcoba cerrando la puerta de un portazo, él se quedó allí, acostado en esa cama donde antes de la obsesión de ella por embarazarse fueron muy felices e hicieron cosas que es mejor no decir delante de oídos sensibles.
Se metió en la ducha, quería quitarse toda la m****a que llevaba encima, quería dejar que corriera el agua por su cuerpo y se llevara los malos pensamientos y quizás también la impotencia. Con treinta y dos años y dando gatillazo era para pegarse un tiro, pero eso es lo que menos le preocupaba, pensaba que luego las aguas volverán a su cauce y él y su mujer volverán a ser el matrimonio de siempre.
Cuando se estaba vistiendo entró ella de nuevo y también empezó a vestirse, al parecer después de todo lo acompañará. Él ya estaba pensando que no lo haría, se estaba haciendo a la idea de ir solo e inventarse una excusa para su ausencia.
Fueron todo el camino sin hablar. Hibrand conducía un deportivo Bentley Continental Súper sports: 710 CV, color negro, era su coche favorito para el día a día y recorrer los campos de tulipanes tenía un todo terreno.
Cuando llegaron al hotel Radisson Blu, ubicado en la calle Rusland a la altura del diecisiete, se dio cuenta de que ya estaban todos esperando. Era una sala magnífica y una decoración preciosa, con adornos de diferentes colores, donde predominaban los tulipanes por supuesto.
—Que sepas, que he venido a acompañarte para no dejarte en ridículo, pero esta te la voy a cobrar —gritó Heleen soltándose de su mano y dirigiéndose a otro lado de la sala. Hibrand disimuló y camino hasta encontrarse con los inversores y Licelot.
—Hibrand llegas tarde, ya me estaba preocupando, los inversores me estaban haciendo preguntas —susurró Licelot interceptándolo.
—Lo sé, como también sé que te has inventado una excusa para mi tardanza, por eso te quiero —contestó a Licelot —. A propósito, vas muy guapa, espero y no haya costado una fortuna el trapito que trae puesto y que tengo que pagar yo.
—Tú no, lo pagará la empresa, pero bueno… es casi lo mismo —dijo rectificando con sorna —. ¿Qué te pasa? sé lo que haces, algo te pasa y me quieres desviar del tema —preguntó ella llevándolo a un lugar apartado.
—Si pasa, pasa que me siento usado, Heleen solo quiere hacer el amor conmigo para quedarse embarazada y resulta que me siento presionado y no se me pone dura, eso me pasa, y te prohíbo que repita lo que te acabo de decir, porque te despido.
—Vaya m****a, y vaya loca de tu mujer, en vez de pasarlo bien, está obcecada en no disfrutar la percha que tengo delante —infirió burlona, porque sí, su jefe era guapísimo, era el dueño de un gran tamaño, unos ojos grises buscando azules, un cuerpo perfecto, producto de horas caminando dentro de campos y campos de tulipanes y correr, a Hibrand le encantaba correr, decía que era el único deporte donde se sentía realmente libre.
—Obcecada es poco, mi casa se ha convertido en una sala de intentos de fecundación.
— ¿Por qué cojones habla de nuestra vida con esta? —preguntó Heleen apareciendo de sorpresa.
—Heleen…
— ¡Heleen una m****a! esta es solo tu empleada, no tienes que contarle nada de nuestra vida, esto no te lo voy a perdonar jamás —gritó con tono despectivo.
—Esta tiene nombre, se llama Licelot, es mi empleada, pero también es mi amiga, mejor vayamos a cenar, luego hablamos —pidió cogiéndola por el costado.
—Y tú dedícate a hacer tu trabajo y no a indagar en la vida de los demás —se despidió de Licelot antes de irse con Hibrand —. O, ¿es que tienes el síndrome de Wendy? porque si es así, está más jodida que yo.
Fue una cena confusa, el mal rollo entre Heleen y Licelot se respiraba en el ambiente, o eso pensaba Hibrand, pero logró tener una buena charla con los inversores y han quedado en volver en unas dos semanas para finalizar los términos del contrato de exportación de tulipanes.
Estuvo toda la noche pendiente de Heleen, había tomado mucho, más de lo normal y eso le preocupaba. No entendía como una mujer podía cambiar tanto por no lograr quedarse embarazada, parecía que no se daba cuenta de que el alcohol le puede afectar a la hora de concebir, pero no le dijo nada, no quería alebrestar a la fiera.
—Heleen….
—Déjame en paz, no me molestes, eres un cabrón hijo de p**a, primero no se te pone dura, eso es porque ya no te gusto, te asusta la idea de que tengamos un hijo y luego le cuenta nuestras mierdas a esa que no sé qué diablos le ves.
—Licelot es solo mi amiga y mi empleada, tú lo sabes, nunca voy a entender porque no te cae bien.
—Porque yo nunca le he caído bien a ella, es una buscona y entrometida —gritó enfadada, estaba gritando tanto que Hibrand se quedó mirándola asustado.
—Mejor vámonos a casa, necesitas darte una ducha y tranquilizarte.
—Lo que necesito es quedarme embarazada joder, que se te ponga dura y me folle.
—Heleen.
— ¿Solo sabes decir Heleen? que sepas que tu llamado de atención no me asusta —gritó subiendo al coche, no dejó ni siquiera que Hibrand le abriera la puerta.
—Heleen, esto no es vida, tenemos que volver a ser lo que fuimos antes, yo te amo, pero nuestras vidas se están convirtiendo en una m****a.
— ¿Me quieres decir que soy la culpable de que no se te ponga dura? —preguntó pegando gritos.
De repente todo se torció, Hibrand no supo qué pasó, pero Heleen se hizo con el volante del coche, él intentó quitárselo, se engarzaron en un forcejeo, él por tener de nuevo el control, ella por quitárselo, hasta que el coche derrapó dando una vuelta de campana.
— ¡Nooooo! —fue lo único que salió de sus bocas antes de perder la conciencia y sumergirse en los escombros de un accidente en la westerstraat de Ámsterdam, Holanda.
Cuando Hibrand despertó estaba confuso, al parecer estaba en una habitación de hospital, lo último que recordó es cuando perdió el control de su Bentley en manos de Heleen…
— ¡Heleen! ¿Dónde está Heleen? ¡Que no le haya pasado nada! — susurró a media voz, intentó levantarse, pero no pudo, le dolía todo, además tenía una pierna escayolada. Cuando estaba buscando el botón para llamar a alguien entró un médico.
— Doctor, ¿mi mujer, dígame cómo está ella? — Hibrand se quedó mirando al galeno con bata blanca y gafas que se acercó hasta su cama.
—Primero hablaremos de usted, afortunadamente solo tiene pequeños golpes que pueden ser curados, lo más grave ha sido su rodilla, hemos tenido que operar, pero con unos tres meses en recuperación volverá a caminar como antes.
— Mi mujer… — no quería saber nada más de él, solo quería saber cómo y dónde estaba Heleen.
— Lo de su mujer es más complicado…
— Doctor… ¿ella está…? –preguntó con miedo. Nunca pensó que hacer esa pregunta le costara tanto. Las palabras le salieron a fuerza.
— Su mujer está viva, pero me temo que no podrá caminar, tiene una fractura en la segunda y tercera vértebra lumbar.
— ¿Qué me estás contando doctor? — preguntó con miedo.
— Lo que escucha, además ha perdido el bebé que esperaba.
— ¿Qué bebé? mi mujer no estaba…
— Si lo estaba, estaba embarazada de unas tres semanas, no hemos podido hacer nada, lo siento, ambos van a necesitar ayuda psicológica, le recomiendo que la pidan, su mujer es muy joven y recibir esta doble noticia no debe ser fácil. Además, que ya no podrá tener hijos — completó el doctor el tiro de gracia, como si lo dicho anteriormente fuera poco.
El doctor salió de la habitación, pero Hibrand no se dio cuenta, de hecho, dejó de escucharlo en cuanto mencionó la palabra bebé, no podía creer lo ocurrido, no podía concebir que sus vidas se hayan ido por el garete en unos segundos. No sabía cómo le dirá a Heleen que ya no podrá caminar, él no sabía nada, lo único que hacía era llorar, llorar por su matrimonio, por su mujer, por la vida que le esperaba, por ese bebé que no pudo ser y por los que ya no tendrá.
— Hibrand…— saluda Licelot entrando de repente.
— Soy un desgraciado Licelot, de repente lo he perdido todo, no tengo nada, ni vida, ni mujer, ni hijo, nada. Lo que le ha pasado a ella tenía que pasarme a mí, quien tenía que quedarse parapléjico, paralítico, o lo que sea, era yo — Hibrand lloraba. Licelot se acercó, lo abrazó, abrazó a su amigo, ella sabía que la iba a necesitar que lo que le esperaba por vivir no sería fácil, pero en ella siempre tendrá una amiga, porque había llegado a quererlo casi como un hermano.
Años después (para ser exacto, doce)Les voy a terminar de contar una historia, una historia que ya lleva doce años. Decirlo es muy fácil, pero han sido doce años aprendiendo a ser parejas, aprendiendo a trabajar juntos, a convivir juntos, pero sobre todo aprendiendo a aprender.Es la historia de una chica que un día, por circunstancias de la vida decidió llegar a Ámsterdam, y como comprenderéis nadie que llega a un país que no es suyo, tiene las cosas fáciles. Ella me ha contado que en un principio fue muy difícil, que tuvo que trabajar en algo que le llaman vitrales, que estaba en un barrio muy famoso de aquí de Ámsterdam. Bueno ella ha prometido que algún día me contará la historia completita, yo espero impaciente a que llegue ese día.Os preguntaréis ¿Quién soy? lo siento, no me he presentado, soy Alexander Brouwer Ivanov, y como imagináis soy el mejor producto de esa historia. Tengo once años, creo que, por mi edad, también os imagináis en qué momento fui concebido.—Hijo, ¿Qué h
El viaje de vuelta les costó un poco más, porque habían tenido que esperar que el padre de Ivana fuera dado de alta, llevarlo a su ciudad natal; Samara. Viaje que aprovechó Ivana para enseñarle su ciudad a Hibrand y que la conociera un poco más. Él decidió quedarse porque no estaba dispuesto a irse sin ella, entendió su posición cuando le dijo que no se iría hasta que su padre no estuviera en casa, por eso decidió esperarla.La casa de los padres de Ivana era una residencia normal, a Hibrand le gustó, allí se respiraba paz, tranquilidad, y sobre todo olor a familia, quizás hayan pasado por algunas pruebas que el destino se encarga de colocar en el camino, pero eran una familia y eso nunca cambiará. A Hibrand le estaba gustando ser parte de ella y le había encantado conocer el entorno donde se había criado la mujer que amaba.—Hibrand, Cuando lleguemos allí, ¿Cómo será todo? Mira, entiendo que te sientas responsable por tu mujer, pero, de verdad que yo no quiero meterme donde no me lla
Ivana acababa de despertar, pareciera que le habían dado una paliza, bueno de hecho ha sido así, las bofetadas de Petrov la dejaron fuera de combate. Las bofetadas y lo que sea que le diera a tomar. Estaba confundida, miró para todos lados, estaba sola en la habitación, por lo que observó, estaba en una cama de hospital.— ¡Mi padre! —de repente recordó que estaba herido, que Petrov lo hirió. Intentó levantarse, pero no tenía fuerzas, se mareó. En eso entró Hibrand con un vaso con café.— ¡Hola! he ido a por un café —informó enseñado el vaso —. ¡Qué bueno que ya estás despierta!— ¡Hibrand! —gritó sorprendida, pensaba que lo había soñado.—Sí, soy yo, he venido a por mi mujer y de aquí no me voy sin ella.—Mi padre… —dijo omitiendo lo que le acababa de decir, en ese momento había cosas más importantes que su no relación o lo que sea que hayan tenido.—Tu padre está bien, recuperándose, en cuanto el médico diga te llevo a verlo.— ¡Gracias! ¿De verdad eres tú? ¿No estoy soñando? tú me
— ¡Muyyy buenas noches, señores, bienvenidos al gran club Solyanka! —Hibrand se quedó buscando al hombre de la voz, pero parecía una grabación o estaba escondido en algún lugar, porque en el escenario no había nadie.«Esta es una noche muy especial, porque tendremos carne fresca, ya sabéis a lo que me refiero, nuestro club siempre se ha caracterizado por traer lo mejor de diferentes países —Hibrand lo escuchaba a medias, porque toda su atención estaba en observar el club, ventanas, puertas de salidas, baños, sobre todo, baños. Edik le dijo que dio con ella buscando el baño.— ¿Dónde cojones hay un plano de evacuación de este lugar? —se preguntó, sabiendo que no existía, que no cumplía la normativa de seguridad que los obligaba a tener un plano de evacuación visible.—Perdón señorita, ¿El baño? —preguntó a otra Barbie que acababa de pasar por su lado con una bandeja de bebidas.—El primer pasillo a la izquierda, pero el pase de chicas está a punto de empezar si se lo pierde tendrá que
Edik llegó a la hora acordada y los encontró sentados en la mesa terminando de comer.— ¡Hola! —Saludó, a lo que Hibrand respondió haciendo las presentaciones.—Ya hemos comido pero tú siéntete libre de ordenar lo que guste— invitó Hibrand.—Yo he comido en el avión, pero dentro de dos horas tengo una reunión, a eso he venido a San Petersburgo, hablemos del tema de tu chica y si quiere más tarde me uno a vosotros y echo una mano en lo que pueda.— ¡Gracias Edik! De verdad, pero el tema es este; la persona que tiene secuestrada a Ivana tiene muchas influencias, por lo que nos interesa encontrar algún jefe de las fuerzas policiales rusas que no esté corrompido.— ¿Pero ¿Qué piensas hacer? tengo entendido que ese hombre es dueño de un montón de negocios y que tiene dinero a raudales.—Lo sabemos, por eso queremos agentes policiales confiable, porque pienso entrar ahí y destapar ese garito y sé que con ese se irán todo los que tiene por toda Rusia, además Sergei, que es el padre de Ivana
Hibrand llegó a mediodía al aeropuerto Pulkovo dos, estaba lloviendo, hacía un día asqueroso, de esos donde era mejor quedarte en casa con una manta y una bebida caliente. No había traído maleta, solo una bolsa de mano con un par de vaqueros y unas cuantas camisas. No quiso perder tiempo recogiendo maletas. Cuando estaba fuera se quedó mirando para todos lados. El padre de Ivana dijo que lo esperaría, no tenía que buscar mucho, porque al fondo vio una mujer menuda y bajita muy parecida a Ivana, al lado un hombre con los ojos más azules que había visto en su vida, mucho más que los de Ivana, no tenía pelos, no sabía si era calvo o lo llevaba rasurado, los rusos eran muy raros.— ¿Ustedes son…? —preguntó Hibrand mirándolos.—Los padres de Ivana, vámonos de aquí. —pidió Sergei mirando hacia arriba a aquel hombre, debía medir uno noventa y cinco, frente al uno setenta y cinco de él.—Creo que debemos irnos al hotel, y allí planificar cómo podemos hacer las cosas.—De acuerdo—asientio Serg
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