Viktor Korályov de la Vega levantó su copa de cristal cortado y dejó que el vodka helado se deslizara por su garganta, un fuego frío que aclaraba su mente. Bajó el vaso lentamente, sin dejar de mirar a Nant. La imagen que tenía de ella había cambiado radicalmente en los últimos cinco minutos; la "chica bonita" se había desvanecido para revelar a una mujer con credenciales científicas que rivalizaban con las de sus propios ingenieros. Ya no la veía como un adorno para la foto o el estatus social; ahora era una variable desconocida en su ecuación de poder.
Viktor se inclinó ligeramente sobre la mesa, entrelazando sus dedos grandes y cuidados.
—Dígame, señorita Nant... —comenzó Viktor, su voz ronca teñida por ese acento ruso inconfundible que hacía vibrar las consonantes—. Tengo una curiosidad genuina. ¿Cómo conoció a Yago? ¿Dónde se crrruzaron sus caminos? ¿Cómo inició su... rrelación?
La pregunta flotó en el aire, cargada de implicaciones.
En cuanto Alina escuchó a su padre formular el