La cena transcurría con una falsa cordialidad, puntuada por el tintineo de la plata contra la porcelana y el sonido de las olas rompiendo a lo lejos. Igor Korályov, el segundo hijo de Viktor, no había dejado de observar a Nant con una mezcla de curiosidad depredadora y desdén aristocrático. Para él, una mujer al lado de un hombre poderoso solía ser un adorno, un accesorio bonito pero vacío, similar a las modelos e influencers con las que él y su hermano solían desfilar.
Aprovechando una pausa en la conversación sobre mercados emergentes, Igor dejó su copa sobre la mesa. Se inclinó ligeramente hacia adelante, buscando ser el centro de atención.
—Disculpe, señorita Nant —comenzó Igor. Su tono estaba bañado en una cortesía venenosa, un sarcasmo elegante diseñado para hacer sentir pequeña a su interlocutora. Su español, aunque fluido, arrastraba un leve y casi imperceptible acento ruso que afilaba las vocales—. Tengo curiosidad... Usted, ¿a qué se dedica?
Igor sonrió, una mueca torcida qu