Esa misma mañana, mientras Joren discutía el delicado "asunto familiar" en el "Café de la Concordia", Yago se preparaba para una confrontación diferente, una que prometía ser tan tensa como la de su amigo. Se despertó en la suite de un hotel de lujo, una habitación que, a pesar de su opulencia, carecía de la calidez de un hogar. Se sentó en la cama por un momento, el silencio de la habitación contrastando con la tormenta de ideas que se agitaba en su interior. La mañana estaba fresca, pero Yago sentía un fuego arder en su pecho. Hoy era el día. Hoy iba a reestructurar el futuro de la empresa familiar, a la vez que se hacía de un nuevo camino para él.
Se dirigió al comedor de la suite, donde un desayuno ligero lo esperaba. El aroma a pan tostado y a zumo de naranja lo inundó. Se sirvió un vaso de zumo, se sentó en la mesa y se dispuso a comer. Aunque no era su desayuno habitual, el nudo en su estómago le impedía disfrutar de la comida. Con la mente clara y el corazón lleno de una deter