Relatos de medianoche

Relatos de medianocheES

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Resumen
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15 historias nocturnas que se vuelven letras al amanecer y, sin darme cuenta, algunas asustan, pero otras hacen llorar. El Cáncer es una realidad más terrorífica que satanás, aunque él mismo no deja de estar. Siempre vaga alrededor buscando a quien devorar y espero que no te devore. Pese a que el amor triunfa, incluso más allá de la muerte.

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S.T Rivero
Me encanta esto.
2021-11-21 20:56:58
1
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Calironi
Historias diferentes...me gustan mucho
2021-08-16 19:50:11
1
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Jesús Gómez
Te engancha desde el principio, me encanta..
2021-08-15 20:24:38
1
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Lya Rogers
Te atrapa de inmediato, te hace querer leer más y más
2021-08-15 19:06:39
1
17 chapters
Nota de Autor
    Grande hombres marcaron la historia con ideas surgidas de sus sueños. Así como ha sucedido con algunos escritores que, según he oído, dieron vida a sus personajes mientras dormían. Ellos le otorgaron personalidad y forma que, aun nosotros, le hemos visto como personas completamente reales. Miss Marple, por ejemplo, es un personaje ficticio de Agatha Christie y fue creada bajo este concepto e, incluso, se dice que, Miss Marple es el retrato original de la misma autora que, utilizando esta apariencia, disfrutó de todo su mundo criminal. Sé que esto no es seguro, sin embargo, en esto decido creer porque pasó a mí.   Cada relato está lleno de drama, suspenso, terror o romance y fueron creados mientras dormía o iba a dormir. Por supuesto, la idea surgió de algo visible en el consciente. Indignación, por ejemplo, fue la experiencia obtenida a
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Defendida Por Un Mar Carmesí
—No lo recuerdo —dije, asustada, mientras tartamudeé—.  ¿Por qué no me creen? Yo no lo hice…, no les hice nada.Me encontraba sentada detrás del estrado siendo observada por mi acusador. Todo mi cuerpo estaba rodeado de escalofríos que no paraban, debido a esos oscuros ojos posados sobre mí; los cuales me juzgaban a ratos. Me mataban. Entonces, vagando entre mis memorias busqué una explicación lógica de lo acontecido; sin éxito, por cierto. Puede que en esa ocasión me volviera loca, pero no lo estaba; y, por no tener evidencia que mostraran mi inocencia, fueron esas las únicas palabras que podía repetir:—No lo hice... Yo no lo hice.—¿No lo hiciste? —Preguntó el fiscal con implícita ironía en su voz—. Explícanos o mejor, ayúdanos a entender ¿por qué estabas all&ia
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Aversión Ilusioria
Abrí mis ojos. Estoy segura. Traté de tocar a mi esposo que se encontraba a mi lado, pero no me moví ni un milímetro. No pude despertarlo. Rece el Padrenuestro, el Ave María y el Credo como mis amigos lo indicaron; no obstante, seguía sin funcionar.Entonces, como en las anteriores ilusiones, apareció a mi lado el cuerpo voluptuoso y oscuro de una persona semejante a un simio. No detallé su rostro por la oscuridad que le rodeaba. Unos blancos cuernos sobresalían por encima de su cabeza, pero al mirar su procedencia, supuse que eran colmillos. Al acercarse, lo confirmé, era un orangután. Temblaba agitando nuestro lecho. ¡Lástima que eso tampoco despertó a mi esposo!Estiró sus manos que parecían humanas, sin embargo, sus largos dedos cubiertos con un pelaje ocre, poseían negras pezuñas deformadas mostrando su rareza. Acarició mi vientre sie
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Ciudad del Oeste
No quise creer las evidencias que yacían en frente de mí. No sé si por incrédula o avariciosa, no las vi, y eso que me lo advirtieron. ¡¿Por qué fui tan estúpida?! A esa edad, solo quería ser libre de la maldición regente en la Ciudad del Oeste. Salir de este miserable lugar que nos deja como muertos vivientes, sin nada más que acostumbrarnos a la visita de un juez despiadado que no nos escucha ni nos enseña, solo nos condena a la petrificación y a la vergüenza. Siempre ha sido mi sueño escapar de aquí, aunque aprendí que no será posible. Por cierto, no es una maldición que considere mía, pero con el pasar de los años, la resistencia ha disminuido y creo, por pequeña que sea la posibilidad, que tu abuela estuvo en mi lugar y esto lo digo por lo que viví en mi noche más oscura.Mi hermano jugaba como siempre en la
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La Despedida
—No continuaremos el tratamiento y le quitaremos la máquina de respiración—dijo el doctor, mirando la inconstante respiración de una joven decumbente sobre la cama hospitalaria—No podemos hacer nada más.Esa joven solo tenía quince años y ya había luchado una guerra que no escatima edad y, por mala suerte, se le acababan el tiempo. Raquítica, pálida e ignorante de los hechos a su alrededor, ya no le queda nada y, lo peor, es que tampoco deja nada en la tierra de los vivientes. A la mitad de su edad, conocía los designios de Dios, no podía amar, no tendría descendencia ni mucho menos vería cumplirse su más presionado sueño, el sueño de disfrutar la vida. Puesto al disfrutar los pocos años que le fueron otorgados, en la mayoría de sus recuerdos solo yace el sufrimiento.—Lo lamento…—expresó triste el mis
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Si Te Descuidas
—Dejé orar, lo sé—cavilé mientras luchaba con el abrazo de la apatía—No quiero hacerlo. Debo, pero no sé por qué no quiero buscarle.No sabía por qué caía por el precipicio de la indolencia, matando cada parte de mí. Mi entrega en adoración había mermado y no lo comprendía, puesto que hacía una y otra vez el mismo ritual. Al principio, todo parecía perfecto; pero ahora, estaba cambiando. Las continuas luchas, reclamos, inseguridades e imperfecciones me dejaban completamente agotada y creo a estas alturas me cansé de eso. Me levanté de la cama después de tanto meditar lo que me acontecía y fui al salón. Tomé el control remoto de la tele sobre la mesa central, la encendí mientas me sentaba en el sofá. Entonces, escuché una voz ronca, pero sutil en mi oído:—¿Por qu&eac
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El Tren del Infierno
—Lo siento, señor Carmona. Nosotros ya no podemos hacer nada más—indicó el doctor con pesar en su semblante.Mi madre gritó y mi padre trató de persuadirlo. ¿Era imposible? Ellos ni yo queríamos ese final para mí. El doctor intentó tranquilizarlos, pero ninguno le hizo caso. Lloraron. Empecé a hablarles diciendo que se calmaran, aunque yo también quería alguna solución; pero tampoco me escucharon.—Dios, si existes, ayúdame por favor— oré— no quiero vivir lo que vi anoche.¡Fue horrible! No se lo deseo a nadie que este muriendo. ¡Lástima que, en esta habitación, los ocho estamos sentenciados a encontrarnos con ellos! ¿Habrá esperanza?Entonces, recuerdo cada escena de la noche anterior:“Mi madre dormía a mi lado. La llamé varias veces, pero ella no despert
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Sajra
Intentó controlar su agitada respiración en aquel bar abandonado y oscuro, repleto de polvo, al mismo tiempo que detallaba su alrededor. Tosió silenciosamente, no quería que lo escuchara. No obstante, asustado por escuchar pasos acercándose a él, corrió de prisa a la barra para esconderse debajo de ella. Alguien, a su vez, se asomó a través de la ventana de madera casi destruida, pero no logró verlo. El hombre cerró sus ojos y se tapó la boca al mismo tiempo trataba de controlar su respiración acelerada nuevamente. Mudo, visualizaba en su mente a la horripilante bestia que le perseguía con el fin de matarle. Se aterró. No quería abrir sus ojos y esperó unos eternos segundos hasta que no escuchó nada más.— ¡Ya me encontraron! —caviló en sí y repitió la misma frase una y otra vez— “Sí voy
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Azrael
Los lamentos no se hicieron esperar cuando cada uno notó lo que había sucedido. Los cuerpos ensangrentados entre civiles y policías rodeaban el banco central de Manhattan. Traté de cumplir lo que me encomendaron, traté de avisarles, traté de que cambiaran de opinión sobre sus vidas; pero coaccionarlos no está permitido. Sería fácil para nosotros imponerles nuestra voluntad, incluso mi hermano, la oveja negra de la familia, cree que es necesario su sujeción y, por su inferioridad, deben honrarnos. Yo no estoy de acuerdo con él, pero la tercera parte de nuestros hermanos sí lo están y, por ello, condenan a nuestro padre por brindarles el don de la libertad, lo malo es que ellos no lo han apreciado.¡Oh, mis bellos amados! Si tan solo se quedaran puros y mantuvieran ese corazón inocente con el cual fueron creados. Si se mantuvieran como este niño indigente que mi
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Indignación
Corre por los alargados pasillos de la clínica cubierta de neblina, dividida entre cuidar a una desahuciada mujer y los rigurosos trámites que no puede comprender. El tiempo entre tanto ajetreo transcurre lentamente y, en ese momento, anhela el descanso. A lo lejos, al otro lado de una de las puertas, una enfermera señala la entrada de la oficina administrativa a donde debe ingresa.Sentándose en una silla de metal delante del escritorio, se entera que la póliza no puede seguir cubriendo los gastos médicos. Oprime su mandíbula matando un gemido deseando emerger, a la vez que presiona el frío metal del asiento. Con esfuerzo, logra ocultar las lágrimas que, desesperadas, inundan sus tiernos ojos cafés. Absorta, enmudece sus pensamientos para luego evocar las memorias noticiosas de aquel hospital ubicado en el centro de la ciudad. Detalla específicamente las fotografías que mostraban a la desfall
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