Con la madre de Nant satisfecha con la explicación de su hija, y la tensión de las primeras interacciones disipada, las dos se levantaron de la mesa. Juntas, se unieron a Yago, a la hermana de Nant y a Sofía, quienes ya se habían servido generosamente del buffet. Los platos rebosaban de cortes de carne perfectamente asados, ensaladas coloridas y una variedad de delicias que tentaban a la vista y al paladar. La mesa se llenó con los murmullos de satisfacción y la emoción de las tres jóvenes, que no podían creer la cantidad y calidad de la comida que tenían ante sus ojos.
Cuando todos estuvieron de vuelta en la mesa, cómodamente acomodados en sus asientos, un mesero se acercó a ellos. Su sonrisa era profesional y su postura, impecable, un reflejo de la alta calidad del servicio en "Las Espadas de Oro".
—Buenas tardes, sean bienvenidos —dijo el mesero, con una voz clara y amable—. Mi nombre es Eduardo y seré su mesero esta tarde. ¿Desean algo de tomar? ¿Podemos comenzar con algunas bebid