Cuando Theresia escuchó la seriedad inquebrantable en la mirada de Yago, el color abandonó su rostro. La inicial incredulidad se transformó en una mirada de furia absoluta, de enojo hirviente. Para ella, lo que Yago estaba proponiendo era nada menos que una alta traición. Su mente, que operaba bajo un estricto código de lealtad familiar y pureza de linaje, no podía concebir que Yago, su hijo, el heredero principal de su lado de la familia, se estuviera involucrando de tal manera con "esa señora" – Diana – y, por extensión, con Joren y con Hainz, el hijo de Diana y Ludwig. La separación de Theresia y Ludwig había dibujado una línea clara en la arena, y Yago parecía estar borrándola.
Nant, que observaba la escena desde su asiento al lado de Yago, sintió un escalofrío. Había visto a Yago con esa mirada seria, casi gélida, en situaciones de negocios o cuando ejercía su autoridad, pero nunca lo había presenciado dirigirse así a su propia madre, y mucho menos en frente de ella. La atmósfera