El regreso a casa después del inusual viaje al supermercado, precedido por la "escapada" secreta al motel con Eunice, había devuelto a Joren a la aparente normalidad de su hogar. Las bolsas de la despensa ya estaban en la cocina, y Eunice había regresado a sus labores con la misma discreción con la que siempre se movía por la mansión. Joren, por su parte, se dirigió directamente a su estudio, un espacio de trabajo sobrio y elegante, lleno de libros de leyes y documentos importantes. La puerta se cerró detrás de él, sellándolo del resto de la casa y de las miradas de su madre, Diana.
Una vez sentado en su amplio escritorio de madera, Joren echó un vistazo a su reloj de pulsera, un gesto automático que realizaba innumerables veces al día. Sus ojos se abrieron con una mezcla de sorpresa y una ligera frustración. La aguja de los minutos marcaba ya casi el mediodía. La plática con su madre, cargada de la tensión de sus exigencias y el recordatorio de su "inutilidad" a sus ojos; la "escapad