La revelación de la cena con Yago había transformado la atmósfera en la camioneta, llenándola de una nueva urgencia. La hermana de Nant, aún asimilando la sorpresa, ahora miraba a su hermana con una mezcla de curiosidad y admiración. Algo que no podía acultar en su rostro y ojos, a la vez buscando lo mismo en su madre
—Carlos, al Palacio de Cristal —ordenó Nant, su voz ya recuperando el tono de eficiencia que Yago había inculcado en ella. No había tiempo que perder. Carlos, sin una sola pregunta o vacilación, ejecutó la instrucción. El vehículo de lujo se deslizó por las calles de Puebla con una suavidad casi imperceptible, dirigiéndose hacia el destino de alta costura.
Una vez que llegaron al imponente Palacio de Cristal, Nant no esperó a que Carlos abriera la puerta. Sus ojos se fijaron en el reloj. Eran apenas las 5:00 PM, una hora que para la mayoría de las personas era aún parte de la jornada laboral o el comienzo de la tarde. Sin embargo, para ella, en el universo de Yago, era "