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Algunos días después, el momento que Miranda tanto había anhelado finalmente llegó. El doctor firmó su alta. Había estado verdaderamente ansiosa por regresar a su entorno, lejos de los pitidos de las máquinas y el olor a antiséptico. Por fin iba a cumplir ese deseo.

Sabía que en casa podría continuar con su recuperación mucho más tranquila, rodeada de sus cosas y, sobre todo, cerca de Edward.

Esa mañana, ya estaba lista. Se había vestido con ropa cómoda pero presentable, dejando atrás la bata de hospital.

Alec había llegado temprano para recogerla. Él se encargó de los bolsos con sus pertenencias, cargando todo con una eficiencia silenciosa, mientras una enfermera llevaba a Miranda en una silla de ruedas hasta la salida, cumpliendo con el protocolo del hospital.

Al llegar al auto, Alec le abrió la puerta y la ayudó a subir al asiento del copiloto con una delicadeza extrema, cuidando su brazo aún en recuperación.

Durante todo ese tiempo en el hospital, él había estado allí, presente.
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