—Lo admito —lo miró, alzando la barbilla con un resto de orgullo—. Inventé la profundidad de ese romance. Exageré la historia porque quería que el compromiso se llevara a cabo sin ningún problema. Beatrice parecía adecuada en ese momento, de buena familia... Ahora bien, lo que pasó después con la quiebra de los Collins y la locura de esa mujer... ¡eso ya no es mi problema! Yo no le dije que empujara a nadie.
Alec la soltó como si le quemara, retrocediendo con asco.
—¡Ah! ¿No te das cuenta, madre? ¡Lo dices con tanta tranquilidad! —rugió—. Cuando en realidad, ¡todo esto lo cambia todo! Si tan solo no hubieras inventado nada de eso, no estaría viviendo esta pesadilla. Miranda no estaría en un hospital.
Alec empezó a caminar en círculos, atando cabos sueltos en su mente febril.
—¿De qué más me tengo que enterar, madre? —preguntó, deteniéndose y mirándola con sospecha letal—. Ahora lo único que falta es que me digas que Edward no es mi hijo. Que esa mujer estuvo con alguien más, per