Alec no se fue directamente a casa al mediodía, a pesar de haber terminado antes de trabajar por el evento. En su lugar, se dirigió a una joyería. Estaba allí, observando la cantidad de joyas que podía apreciar, indeciso. Inevitablemente, al recorrer las vitrinas, no pudo evitar recordar aquel día cuando escogió los brazaletes, cuando compró aquel juego para dárselo a la persona que pasó de ser una completa desconocida a convertirse en alguien importante en su vida.
La persona que lo hizo sentir emociones diferentes, pero también inseguro. Temió que, tras confesar sus sentimientos, ella lo fuera a rechazar, como si no fuera suficiente, o si tal vez ella hubiera confundido su trato con algo más. No quiso averiguar qué se sentía ser rechazado. Por esa razón, se contuvo. Por esa razón no fue capaz de ser sincero y de abrir su corazón a Miranda en aquel momento. No lo hizo. No tuvo el valor.
La dependienta de la joyería se presentó de inmediato.
—¿Puedo ayudarlo en algo, señor? Lo veo u