Cuando amaneció, Miranda se quedó sentada sobre la cama. Había descansado plenamente, pero el recuerdo de lo ocurrido la noche anterior seguía fresco. El abrazo inesperado de su marido todavía lo sentía impregnado en su piel, un recuerdo tan extraño y sin un significado claro que la hacía divagar. No tenía idea de por qué Alec le había abrazado.
Bostezó y flexionó sus extremidades. Por más que lo intentaba, no encontraba un significado a aquel impulso. Luego, vinieron a su mente las palabras todavía frescas de Alec, quien le había dicho que continuaría actuando como antes, pues de otro modo sería hipócrita. Ella resopló, se levantó de la cama y se dirigió al baño para comenzar su rutina de aseo matutino.
No tardó demasiado y se dirigió al comedor. Extrañamente, Alec todavía no se había ido a trabajar. Últimamente había estado saliendo muy temprano, pero allí estaba, cerca de ella. Miranda lo saludó con un simple "Buenos días" y se ubicó en la mesa.
Estaba decidida a no tocar el tema d