—¡Mírame a mí! —gritó Harrison, mostrando la pantalla de su teléfono como si fuera una reliquia sagrada. Su voz era arrogante y su postura segura. —Conozco al señor Cooper en persona. Lo voy a llamar ahora mismo.
Sonrió, esperando las exclamaciones de asombro y la admiración. Pero nada de eso llegó.
En cambio, Drax se apretó los nudillos y avanzó con la calmada amenaza de un depredador. —Bastardo —rugió—. ¿Cómo te atreves a insultar a mi jefe en mi presencia? ¿Acaso quieres morir?
Sus ojos estaban encendidos y con una palabra más de Harrison, habría hecho que se comiera el pavimiento.
Pero antes de que Drax pudiera lanzar un golpe, una mano le agarró el brazo.
—No desperdicies tu fuerza —dijo Jaden fríamente, con la mirada firme y cortante—. No te metas en el fango con los cerdos. Solo te vas a manchar tú, y ellos lo disfrutarán.
Se volvió hacia la salida, con la voz calmada pero autoritaria. —Vamos.
Harrison no estaba dispuesto a terminar. Todavía no. Así que pulsó el botón de