Jaden se dio la vuelta hacia Peter, dejando que el silencio pesara en el aire frío. Su mirada penetrante cayó sobre él, no con rabia, sino con una determinación gélida, como si lo estuviera marcando, eligiendo o configurando para llevar un mensaje que las palabras no podían transmitir.
—Tu padre adoptivo piensa que esto es una broma, un asunto menor, algo que una tarjeta negra puede resolver —La voz de Jaden era firme y ronca, como la sentencia de un rey sobre un traidor—. Es hora de que le muestre lo serio que es esto.
Levantó la mano, y sin decir una palabra, Drax salió de las sombras y se acercó. Sus grandes manos presentaron una katana, una hoja forjada en el mejor acero, una curva resplandeciente de la mismísima muerte. Jaden la agarró con naturalidad, dejando que el metal brillara bajo la tenue luz del cielo.
Las rodillas de Peter comenzaron a temblar. Su rostro se puso pálido como la cal y sus labios se retorcían. —No... no... Rey... por favor... por favor... Te lo ruego... p