La tensión invadió el salón una vez más, mientras las risas burlonas hacían eco y cien miradas se clavaban en Jaden, como si él fuera el villano de una gran obra de teatro.
La sonrisa de Stanwell se había vuelto más siniestra. Él se acercó un paso más a Jaden, imponente.
—¿Cómo te atreves a decir que mi regalo de cincuenta millones de dólares es falso? —preguntó Stanwell de nuevo, con una voz aguda y fría.
Jaden ni siquiera parpadeó, solo respondió: —Porque lo es.
Un suspiro colectivo recorrió a los invitados como una ola y las copas de vino se quedaron suspendidas en el aire. Luego, alguien susurró: —¿Acaso acaba de decir que es falso?
—Este tipo tiene huevos, no solo trajo un regalo sin valor envuelto en un trapo, sino que dice que un regalo de cincuenta millones de dólares es falso.
—¿En dónde diablos Hannah conoció a ese tipo?
La mirada de Stanwell se tornó sombría a la vez que decía: —Cuidado con lo que dices.
Jaden, aún tranquilo, inclinó ligeramente la cabeza y dijo: —Es