—¿Ese... ese es Jaden Rift? —balbuceó alguien entre la multitud, con la voz temblorosa—. ¿El tipo que demolió el Hotel Thornfell... y borró del mapa al Grupo Gravesend?

Un silencio atónito siguió a la pregunta. Luego, el pánico.

La cara de Reuben palideció mortalmente cuando la verdad lo golpeó como un mazo. Le fallaron las piernas y se desplomó sobre el piso, cayendo de sentón.

—No... No, no, no... —jadeó Reuben, con el sudor corriéndole por las sienes—. ¿Me... me burlé del Rey de la Guerra? Mierda. Estoy acabado... Tengo que irme del país. Carajo, necesito una identidad nueva.

Retrocedió a gatas, como un hombre que intenta escapar de la muerte. Al otro lado del salón, Alex hizo una mueca de desprecio, ignorando el cambio en la atmósfera.

A Victor le tembló el párpado al ver a su hijo sonriendo con esa presunción estúpida frente a un león.

—Hmph —murmuró entre dientes antes de girar la cabeza bruscamente hacia Alex y propinarle una cachetada repentina y certera en la mejilla.

—¡Plaf!