Alex Rivers expulsó una fina columna de humo mientras pasaba el brazo sobre el hombro de Danny con una familiaridad engañosa. El peso de su mano se sentía más como una correa que como una palmada amistosa.
—Eres un buen muchacho —dijo con esa voz dominante, capaz de convencer a una multitud o de silenciarla—. Si algún día quieres tener éxito en los negocios, solo menciona mi nombre. Tal vez te tire un hueso.
Danny casi se tropezó con sus propios pies, sonriendo como un idiota.
—¡S-Sí, señor Rivers! ¡Gracias! ¡Muchas gracias, señor!
Pero Alex ya no miraba a Danny.
Su mirada ya se había desviado hacia la chica que estaba de pie, incómoda, a unos pasos de distancia. Fate.
Alex tiró el cigarrillo con desprecio y su sonrisa se ensanchó, transformándose en algo mucho más peligroso.
—¿Me buscabas, niña? —preguntó mientras daba un paso lento hacia ella. Su voz bajó a un tono depredador, empapado de arrogancia.
Fate retrocedió por instinto.
—¿Qué? No... está equivocado. Yo no...
Alex se rio.
—J