El ambiente en el salón del banquete cambió mientras los murmullos de la multitud crecían. Las cabezas giraron, los celulares se alzaron y los susurros recorrieron el aire como una corriente eléctrica.
—Ya está aquí...
Una figura entró, flanqueada por su séquito: alto, de hombros anchos, con una presencia magnética que exigía atención. Alexander “Alex” Rivers, el hijo de Victor Rivers, el hombre más poderoso de la industria del entretenimiento en Ravenmoor, y también el dueño de este crucero. Cada paso que daba parecía calculado, como un depredador acechando a su presa.
La multitud zumbaba como un panal alborotado. El sonido de los obturadores de los celulares era incesante y los flashes resultaban casi cegadores.
—Dios mío, ¿ese es Alex Rivers? ¿El verdadero Alex Rivers? —jadeó una mujer, con la voz temblando de emoción.
—Es guapísimo —suspiró otra, llevándose la mano al corazón con aire soñador.
—Y esa es su novia, la señorita Hannah Blackwood, ¿verdad? ¡Acaba de debutar y se convirt