El ambiente a bordo del crucero vibraba con opulencia. Los invitados, vestidos con trajes de diseñador y vestidos relucientes, brindaban con copas de champaña mientras los meseros se abrían paso entre la multitud, equilibrando sin esfuerzo bandejas repletas de manjares exóticos.
Una música suave emanaba de un cuarteto de cuerdas instalado junto a una gran escalera, y la brisa salada del mar se mezclaba con el sutil aroma de carnes asadas y vino.
En un rincón del gran salón, un hombre devoraba su comida como si llevara días alejado de la civilización.
—Mmm... este pollo está de locos... sabe mejor que la victoria —murmuró Drax con la boca llena, arrancando un pedazo de un muslo de pollo mientras la grasa le escurría por los dedos.
Una camarera que pasaba por allí aminoró el paso, observándolo con repulsión.
—Señor, por favor... coma despacio antes de que se atragante. Actúa como si acabara de salir de una isla desierta.
Se inclinó hacia un compañero y susurró con una sonrisita burlona: