La cara de Williams Gravesend estaba empapada por la lluvia y el sudor; forzó una mueca temblorosa mientras levantaba las manos un poco más.
—Ja, ja, ja... Lucian, no te preocupes. No escuché nada importante, tus secretos están a salvo. De hecho... —tragó saliva con dificultad y la voz le tembló—. De ahora en adelante, voy a seguir tus órdenes. Te voy a ayudar a dominar Ravenmoor.
Los ojos de Lucian brillaron bajo el tenue resplandor de las farolas. Sonrió de manera burlona y cruel.
—Bien.
Dio un paso al frente, levantó la mano con naturalidad, y le dio unas palmaditas en la cabeza a Williams, como quien le sigue la corriente a un niño. Pero aquel toque ligero hizo que Williams se desplomara de rodillas; el dolor le atravesó el cráneo. Las piernas le fallaron y la piel se le raspó contra el concreto.
La voz de Lucian, calmada y venenosa, llegó a continuación:
—¿Cómo te atreves a acercarte a mí con tanta confianza? —Lucian se inclinó, con los ojos reducidos a dos rendijas—. No eres dign