Capítulo noventa y dos. En busca del hermano perdido
El amanecer llegó sin piedad. El castillo había pasado la noche en vela, y el aire estaba cargado con un silencio que dolía más que cualquier grito. Las brasas de la chimenea ardían lentamente, como si también esperaran noticias.
Lyra se encontraba en la sala del trono, sentada con Liam dormido en su regazo. Sus dedos acariciaban los rizos oscuros del niño mientras sus pensamientos volaban al último grito de Kael.
“Fue ella…”
¿Quién era ella?
Rowan cruzaba la estancia, inquieto, como una fiera atrapada. Había dormido apenas una hora, abrazado a Lyra y al niño, como si eso pudiera protegerlos del destino. Aun así, el lazo entre ambos se sentía más fuerte que nunca.
Morgana apareció con el rostro sombrío y el grimorio de rastreo abierto entre las manos.
—He localizado una posible grieta en el sello. A tres leguas al noreste. Un antiguo altar druida. Kael podría haber sido arrastrado allí.
Rowan se detuvo en seco.
—¿Es estable el porta