Capítulo noventa y tres. Ecos del abismo.
Narra Rowan
Atravesar el portal fue como caer en una tormenta sin viento ni dirección. Todo giraba. Todo dolía. Y sin embargo, al otro lado, el silencio era más cruel.
—¿Todos bien? —mi voz sonó hueca en esta dimensión entre mundos.
Morgana asintió, aunque sus ojos brillaban con alarma. Ewan sacudió la cabeza como si intentara despejarse de una pesadilla. Solene se aferraba a su cuchillo de plata, aunque sus labios temblaban.
El altar aquí… estaba vivo. Respiraba. Los símbolos tallados latían como venas abiertas, y la piedra parecía sangrar luz púrpura.
—Kael está cerca —dijo Morgana—. Puedo sentirlo… pero también ella.
El eco de ese pronombre se sintió como una traición. “Ella”. La mujer que Kael nombró antes de ser tragado por la oscuridad. ¿Era la traidora? ¿Una sombra del pasado? ¿Alguien que creímos enterrado?
—Nos separamos —dije—. Ewan, contigo Solene. Morgana, conmigo.
—¿Y si esta dimensión intenta separarnos? —preguntó Ewan.
—Entonces