Capítulo treinta y cuatro. El despertar de un gran poder.
La noche pesaba como un manto húmedo sobre el castillo. Aunque todo parecía dormir, el aire tenía una tensión eléctrica. Como si las paredes mismas contuvieran un secreto que estaba a punto de romperse.
Kael no podía conciliar el sueño.
Recorrió los pasillos sin rumbo, evitando a propósito el ala donde descansaban Lyra y el niño. Había algo en ella que lo arrastraba sin tregua, y eso lo enfurecía. Porque no podía controlarlo. Porque no la entendía. Porque verla con Ewan, sonriéndole a Rowan, abrazando a Liam como si el mundo fuera un lugar seguro, despertaba en él una urgencia desconocida. Y no confiaba en urgencias que nacieran del corazón.
Cuando llegó al pasillo central, Rowan ya lo esperaba, apoyado en una columna de piedra, los brazos cruzados. Su cabello recogido y la mandíbula tensa.
—¿También huyes del sueño? —preguntó, sin tono burlón.
Kael no respondió enseguida. Lo miró, como si midiera sus palabras. Como si calcular