Ivanna Taylor
Hay algo adictivo en ver cómo una persona pierde el control. Después de tanto tiempo aguantando, soportando y tragando, es casi una experiencia religiosa ver que todo encaja en su lugar al fin. Más todavía cuando esa persona es Veronica Allen, mi encantadora madrastra; esa bruja envuelta en ropa de lujo y perfume caro.
En cuanto cruzo la entrada de la casa, sola para impactar más, la atmósfera cambia. Y lo saboreo.
Mi padre está al pie de las escaleras, pero es Verónica la que al verme baja los escalones como un huracán, y por el destello en sus ojos tirantes, juro que puede oler la desgracia antes de verla.
Su desgracia. Yo.
Su barbilla se alza apenas un milímetro, lo suficiente para que su nariz de superioridad intente aplastarme como hace años. Como tantas veces lo hizo cuando era solo una niña indefensa y triste. Como tantas veces se burló,