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​​​​​​​*—Uriel:

Uriel abrió la boca, buscando una excusa, una explicación, algo, pero lo único que consiguió fue soltar un gemido involuntario cuando Danny presionó otro botón, intensificando las vibraciones. La sensación se volvió brutal, devastadora. El juguete vibró con más fuerza, arrancándole un espasmo que le hizo arquear la espalda. Sus piernas se volvieron gelatina, y sintió cómo todo su cuerpo empezaba a deshacerse, rendido.

Su sexo palpitaba, duro hasta doler, mientras su ano, deliciosamente estimulado, latía al ritmo implacable del vibrador. Cada nueva pulsación lo hacía perder el control un poco más, cada respiración era un suplicio cargado de placer.

Danny sonrió, malicioso, disfrutando de cada reacción de su amante, como si supiera exactamente hasta dónde podía empujarlo antes de hacerlo estallar. Entonces, caminó hacia él, despacio, como un depredador que acorrala a su presa.

—¿Te estabas divirtiendo solo, amor? —preguntó, su tono acariciándole la piel como una caricia
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