*—Uriel:
—Me imaginé que ella te lanzaba la botella desde su mesa —rió Cameron luego de lo que Uriel hizo, lo cual enviarle una botella vieja de vino con un bonito y agradable mensaje.
Uriel se encogió de hombros con una sonrisa triunfal.
—No tiene los cojones para hacerlo —se burló Uriel—. Además, ¿no estarías ahí para defenderme?
Apenas las palabras salieron de su boca, se arrepintió.
Vio cómo Cameron cambiaba su expresión, torciendo la boca en una mueca de fastidio. La incomodidad en su rostro era inconfundible. Demonios. Uriel siempre había usado esa táctica con él, manipulándolo injustamente para que hiciera lo que él quería. Y ahora lo hacía de nuevo, cuando se había prometido que no se aprovecharía más de Cameron.
—Yo… Lo siento —se apresuró a decir Uriel.
Cameron no respondió de inmediato. Simplemente apartó la mirada, tamborileando los dedos contra la mesa con irritación. Uriel sintió el impulso de cambiar de tema, algo ligero, algo que hiciera que su amigo se relajara.