Valentina respondió:
—Señor Figueroa, esta es mi casa, ¡y aquí no es usted bienvenido!
Mateo no le dio a Valentina derecho a rechazarlo. Con un empujón firme, abrió la puerta y entró a grandes zancadas.
Valentina frunció el ceño, pensando que Mateo y Luciana realmente eran tal para cual; a ambos les gustaba allanar propiedades ajenas.
—Señor Figueroa, salga inmediatamente o llamaré a seguridad.
Mateo giró la cabeza hacia Valentina:
—Valentina, ¿hay algo que me estás ocultando?
Valentina preguntó:
—¿Qué quieres decir?
La mirada de Mateo descendió, posándose en su vientre plano.
Estaba mirando su abdomen.
Valentina inmediatamente levantó la mano para proteger su vientre:
—Señor Figueroa, ¿qué está mirando?
Su postura era extremadamente defensiva, como si pensara que él podría lastimar al bebé en su vientre. Mateo sintió como si le hubieran clavado algo en los ojos.
Parecía que ella temía que él dañara al hijo de ella y Daniel, por eso se mantenía a la defensiva.
—Aquella noche en Pureza,