Entre ella y Valentina, sin duda él la elegiría a ella. Su hermana nunca había sido rival para ella.
Mateo le lanzó una mirada gélida al joven y con voz cortante pronunció una sola palabra: —Lárgate.
El hombre huyó sin atreverse a mirar atrás. Mateo bajó su mirada hacia Luciana y retiró su brazo del agarre de ella: —¿Ya terminaste con tu escena?
Luciana se tensó. —¿Me estás regañando? ¡Si no hubiera armado este alboroto, ahora estarías en la cama con Valentina!
—¿Entonces te drogaste por tu cuenta? —preguntó Mateo sin expresión.
Luciana, malcriada por sus mimos, levantó el mentón con altivez: —¡Sí! ¡Si te atreves a tocar a Valentina, dejaré que otros hombres me toquen a mí!
El rostro de Mateo se oscureció y se dio la vuelta para marcharse. ¡Se estaba yendo! ¡Sin intentar consolarla! Un hombre tan apuesto y rico como Mateo atraía las miradas de incontables mujeres con solo caminar por un bar; todas lo codiciaban, lo deseaban.
Ella era una mujer astuta; sabía que Valentina y todas