—¡Por favor, señora Méndez, tiene que salvarme! —Suplicó Gonzalo, con voz temblorosa debido al miedo. —¡El señor Figueroa me mantuvo cautivo y apenas si logré escapar! ¡Si me encuentra y me lleva de vuelta, estaré perdido!
Catalina, por supuesto, no dudaría en ayudarlo. Después de todo, era la carta más valiosa que tenía en contra de Valentina y no podía permitir que perdiera su utilidad.
—¿Cuál es el siguiente paso, mamá? —Preguntó Luciana, expectante.
Ángel mostró su descontento. Justo cuando su esposa había hecho algo que lo complacía, surgían nuevos problemas. —Catalina, ¿qué sugieres?
Ella lo miró. —Cariño, no te enojes, esto aún no termina.
Los ojos de Luciana brillaron. —Mamá, ¿se te ocurrió algo?
—Luciana, llama a Joaquín ahora mismo. Él te adora y hace todo lo que dices, ¿no? Es momento de usarlo.
Era cierto, él la quería y creía ciegamente en ella. Además, era uno de los que apoyaban su relación con Mateo.
Asintió —Bien, lo llamaré ahora mismo.
Media hora después, Joaquín est