Cuando Nicolás regresó vio que Daniela estaba dormida. Su pequeño cuerpo estaba acurrucado en su sofá, durmiendo profundamente.
Nicolás dejó los documentos que traía en la mano, se aflojó la corbata del cuello y se sentó en el sofá.
Extendió la mano y le dio palmaditas en la cara a Daniela: —Pequeña perezosa, despierta.
Daniela se dio la vuelta, su cuerpo delicado se acercó a él y se frotó contra él como un gatito: —No molestes, quiero dormir.
Nicolás la miró. Su pequeño rostro ya estaba sonrojado por el sueño, como teñido de carmín, tan obediente y tierna.
Nicolás se sentó en el sofá y la abrazó en sus brazos.
Daniela sintió su calidez y rápidamente encontró un mejor ángulo en sus brazos para seguir durmiendo.
Nicolás la tapó con una manta, la abrazó con un brazo y con el otro tomó documentos para revisarlos.
En ese momento Julio entró: —Presidente...
Nicolás le dirigió una mirada de disgusto: —Shh, habla más bajo.
Julio entonces vio a Daniela e inmediatamente bajó la voz: —Disculpe,