Mateo señaló a Valentina para que brindara.
Ella se quedó inmóvil.
Santino también se tensó, sin entender las intenciones de Mateo. ¿Acaso se había fijado en Valentina? Si era así, tendría que ceder; no se atrevería a competir con él por una mujer.
—¿Qué esperas? Ve a brindar con el señor Figueroa. —La urgió Santino.
Los otros empresarios rieron. —He visto muchas estudiantes queriendo brindar con el señor Figueroa, pero es la primera vez que veo a una tener la oportunidad.
—Date prisa, no lo hagas esperar.
Todas las miradas estaban sobre ella; no tenía más remedio que ir a brindar con Mateo.
Sin comprender que intenciones tenía, se levantó y se acercó a él con la copa.
—Señor Figueroa, brindo con usted.
Ella de pie y él sentado, aunque ella estaba más alta, Mateo mantenía su aire de superioridad. La miró de arriba abajo con indiferencia y cierto aire burlón.
Viendo su resistencia, Mateo esbozó una sonrisa sarcástica. —¿Quién eres tú? ¿Por qué debería aceptar tu brindis?
Los hombres est