Capítulo 120 —La madre de sus hijas
Narrador:
Sofía avanzó por el pasillo de emergencias con el corazón todavía acelerado. El ruido del hospital quedaba atrás a medida que se acercaba a la sala indicada. Empujó la puerta con cuidado, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romper algo más que el silencio.
Y entonces lo vio.
Renzo estaba boca abajo, tendido sobre la camilla, con el torso desnudo y la sábana corrida apenas lo justo para dejar al descubierto la nalga derecha vendada, elevada de manera poco digna, sostenida por almohadas médicas que no ayudaban en absoluto a la estética del momento. El vendaje estaba limpio, reciente. No había sangre visible. Eso le aflojó el nudo en el pecho. Estaba vivo, respiraba, y, por cómo se quejaba entre dientes, seguía siendo él.
Sofía se quedó quieta un segundo, observándolo. Ese hombre enorme, orgulloso, temerario… reducido ahora a una camilla, con el trasero al aire y el carácter intacto.
Se acercó despacio, sin hacer ruido.
Renzo no l