Mundo ficciónIniciar sesiónLa oficina privada de Henry Daniels en la mansión era un santuario de cuero, libros antiguos y un silencio que pesaba como el plomo.
Alma Reyes se sentaba frente al escritorio, sintiendo que el vestido negro rasgado era una marca de su derrota, sobre la mesa, el contrato de cincuenta páginas brillaba bajo la luz de la lámpara como una sentencia de muerte elegante.
— Revísalo con calma, Alma — dijo Henry con una suavidad que no lograba ocultar la brutalidad del acuerdo — Iván es un hombre meticuloso.
Iván Lockwood estaba de pie junto al ventanal, observando las luces de Miami, no se había cambiado la ropa de la noche anterior, su presencia dominaba la habitación, como una sombra imponente que recordaba a Alma que él era el dueño del tablero.
— No tengo tiempo para la calma, Henry — intervino Alma, su voz ronca pero firme. Miró directamente a la espalda de Iván— Exijo una cláusula adicional. El primer cuarto de millón de dólares debe ser transferido a la cuenta de mi madre en la próxima hora. Los hombres que la amenazan no esperarán a que yo aprenda a ser una esposa perfecta de un magnate.
Iván se giró lentamente, y sus ojos grises escanearon a Alma con una mezcla de curiosidad y desprecio profesional.
— El dinero se transferirá en cuanto tu firma esté en la última página —sentenció Iván— Pero a cambio, mi control sobre tu vida será absoluto, no solo estoy comprando una prometida, estoy comprando tu tiempo, tu lealtad y tu identidad.
Alma tomó el bolígrafo, sus dedos temblaban, pero firmó, cada trazo era un clavo en la tapa de su propia libertad. Una vez hecho, Henry asintió y tecleó algo en su computadora.
—Transferencia procesada, Alma, la casa de tu madre está a salvo.
Un suspiro de alivio estuvo a punto de escaparse del pecho de Alma, pero la voz de Iván la devolvió a la realidad.
— Ahora, hablemos de mi parte del trato, mañana te mudas a mi mansión en Brickell, es la ubicación principal de nuestra farsa, la jueza enviará trabajadores sociales para verificar que compartimos un hogar. Participarás en cada evento benéfico, cada cena y cada gala, y serás la sombra de mi éxito.
— ¿Y Kira? —preguntó Alma, lo único que realmente le importaba de ese caos.
— Esa es la cláusula principal —Iván caminó hacia ella, apoyando las manos en el escritorio, invadiendo su espacio personal— Debes ser su madre, ganarte su confianza total, ella es el catalizador de este juicio, si la jueza Davis nota un ápice de frialdad entre ustedes, el trato se rompe y te entrego a migración yo mismo.
Alma sostuvo la mirada —No necesito un contrato para cuidar a una niña que fue abandonada en un bosque, lo que sí necesito es mi espacio. Quiero una habitación separada, en el ala opuesta de la casa si es posible.
Iván soltó una risa seca, carente de humor.
— Imposible. Viviremos en la suite principal, la servidumbre habla, los muros tienen oídos y Lina tiene informantes en todas partes, dormirás en mi habitación, Alma. Habrá un sofá si te sientes incómoda, pero para el mundo, compartimos la misma cama.
El asco subió por la garganta de Alma, pero no replicó. El millón de dólares ya era un hecho, y los 250 mil estaban en camino hacia su madre, el precio era su privacidad.
A la mañana siguiente, el traslado a la mansión de Brickell fue rápido y clínico. Alma llegó sin equipaje, pues todo lo que poseía era inadecuado para la futura Sra. Lockwood, Iván la recibió en el gran salón de mármol, donde el eco de sus pasos parecía burlarse de su nueva condición de prisionera de lujo.
— ¡Alma! —Un grito agudo rompió la tensión.
Kira bajó las escaleras corriendo, ignorando los llamados de su niñera y se detuvo frente a Alma con los ojos brillantes. Ya no había rastro del barro ni del terror de la noche anterior.
— ¡Viniste! —Kira la abrazó por la cintura, hundiendo la cara en el nuevo vestido de seda que Iván le había ordenado usar.
Alma se arrodilló, rodeando a la niña con una ternura que no era parte de ninguna actuación. Iván observaba la escena desde la distancia, con los brazos cruzados, le sorprendió la facilidad con la que su hija aceptaba a esa extraña.
Kira, que siempre había sido retraída tras las visitas de Lina, parecía florecer ante la presencia de Alma.
— Te prometí que te buscaría, ¿recuerdas? —susurró Alma, besando la frente de la pequeña.
— ¿Te quedarás para siempre? —preguntó Kira, su voz llena de una esperanza que dolió a Alma.
Alma sintió la mirada de Iván quemándole la nuca.
— Me quedaré por mucho tiempo, cariño, vamos a jugar.
Durante las siguientes horas, Alma se sumergió en el mundo de Kira, descubriendo a una niña brillante pero profundamente necesitada de afecto real, sin embargo, mientras jugaba, la mente de Alma no dejaba de pensar en Carla.
Su amiga no sabía nada, estaría aterrada, buscándola en hospitales o estaciones de policía.
Al caer la noche, la mansión se sumió en un silencio sepulcral. Iván se encontraba en su despacho y Kira finalmente dormía, Alma entró en la suite principal, sintiéndose una intrusa en aquel santuario de minimalismo y lujo masculino.
Sobre la mesita de noche, Iván había dejado un teléfono inteligente de última generación, “Para emergencias del contrato”, decía la nota.
Alma lo tomó con las manos temblorosas, necesitaba avisar a Carla que estaba viva, que estaba a salvo, aunque fuera una media verdad. Se encerró en el vestidor, ocultándose tras las hileras de trajes caros y tecleó el número de memoria, con el corazón martilleando contra sus costillas.
"Carla, soy yo. Estoy bien, no me busques, estoy en un lugar seguro, te lo explicaré todo cuando p..."
— Dije lealtad absoluta, Alma.
La voz de Iván, gélida y cercana, hizo que el teléfono se le resbalara de las manos.
Alma se giró bruscamente, Iván estaba apoyado en el marco de la puerta del vestidor, con la camisa desabotonada en el cuello y una expresión de decepción peligrosa.
— Solo... solo quería avisar a mi amiga, está preocupada —explicó ella, intentando recuperar el dispositivo.
Iván fue más rápido, recogió el teléfono y leyó el mensaje a medio escribir antes de borrarlo con un movimiento seco del pulgar.
— Firmaste un contrato que estipula el cese de contacto con tu vida pasada durante la fase crítica de la audiencia —dijo Iván, guardándose el teléfono en el bolsillo de su pantalón— Lina puede rastrear cualquier señal, cualquier mensaje, y tu amiga es un cabo suelto que no puedo permitirme.
— ¡Es un ser humano, no un cabo suelto! ¡Tiene sentimientos! —le gritó Alma, dando un paso hacia él.
Iván la tomó del brazo, con una firmeza que la inmovilizó y la obligó a mirarlo a los ojos, y por un momento, la distancia entre ellos se redujo hasta que Alma pudo sentir el calor de su aliento.
— En este juego, los sentimientos son debilidades que nos llevarán a la cárcel, no habrá más mensajes, ni más llamadas, ni más Carla —Iván le soltó el brazo y retrocedió— A partir de ahora, tu mundo empieza y termina en estas paredes.
Iván se dio la vuelta para salir hacia la habitación principal, dejándola en la penumbra del vestidor.
— Bienvenida a tu nueva vida, Alma, no olvides quién es el dueño de tu tiempo.
La chica se quedó sola en la oscuridad, rodeada de ropa de seda y trajes de lujo, sintiendo que el millón de dólares empezaba a saber a ceniza.
Estaba a salvo de la pobreza, pero acababa de convertirse en el secreto mejor guardado de Ivan Lockwood.







