Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl eco de la llamada anónima aún vibraba en los oídos de Alma mientras observaba la lluvia gris caer sobre la bahía de Miami.
La amenaza sobre su padre, un hombre que ella misma creía enterrado en el olvido, la había dejado en un estado de alerta constante, En ese laberinto de espejos que era la vida de los Lockwood, la verdad era un lujo que nadie podía permitirse.
Iván había salido temprano hacia una reunión de emergencia en el centro, La mansión, a pesar de su opulencia, se sentía como una celda de alta seguridad, y Alma intentaba concentrarse en unos informes que Henry le había dejado para que memorizara detalles de la fusión, cuando el servicio anunció una visita inesperada.
Peter Stone.
El socio de Iván entró en el salón principal con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, cargando un ramo de orquídeas blancas que parecía un soborno visual.
— Alma, espero no interrumpir — dijo Peter, con su voz modulada en un tono de falsa humildad — Me sentí terriblemente mal por mi comportamiento del otro día, Iván es un viejo amigo y no quiero que mi curiosidad empañe su felicidad. He venido a disculparme formalmente.
Alma se puso de pie, ajustándose la chaqueta de su conjunto sastre, su instinto, afilado por años de lidiar con clientes difíciles en el banco, y jefes aún peores, le gritaba que tuviera cuidado.
Peter Stone no era un hombre que pidiera perdón a menos que hubiera un beneficio neto en el gesto.
— Es un detalle innecesario, Sr. Stone, pero se lo agradezco — respondió ella, aceptando las flores con una cortesía mecánica — Pase, por favor.
Se sentaron en el área de la biblioteca, el mismo lugar donde Henry le había revelado el trauma de Iván el día anterior, Peter se acomodó en el sofá, observando el entorno con la mirada de un tasador que busca una grieta en los cimientos.
— Llámeme Peter, por favor, somos prácticamente familia ahora — dijo él, inclinándose hacia delante con una actitud de confidente — Sé que Iván puede ser... difícil, es un hombre de una integridad asfixiante, y este proceso del juicio lo tiene fuera de sí. Como su socio, me preocupa que la presión lo haga cometer errores.
Alma mantuvo el rostro impasible.
— Iván es un hombre muy capaz, Peter, no creo que necesite que nadie se preocupe por su rendimiento.
— Oh, no me refiero a su inteligencia — insistió Peter, bajando la voz — Me refiero a su estabilidad, el banco está en un momento crítico con la fusión, si Iván flaquea en la audiencia, o si hay algún... imprevisto con su vida personal, los inversores entrarán en pánico. Como su prometida, tú debes ver cosas que nosotros no vemos. ¿Cómo está lidiando realmente con las deudas de la expansión en Londres?
Alma sintió un pinchazo de advertencia.
La pregunta era demasiado específica, Londres era el punto débil de la estructura financiera del banco esa temporada.
— Iván no suele traer los problemas del trabajo a casa — mintió ella con suavidad — Nuestras conversaciones suelen girar en torno a Kira y nuestro futuro.
Peter soltó una risita burlona que intentó disimular, un sonido que le recordó a Alma el siseo de una serpiente entre la hierba.
— Claro, claro, pero ambos sabemos que una mujer inteligente como tú nota los detalles, las llamadas a medianoche, los documentos que deja sobre la mesilla... He oído rumores de que ha estado moviendo capital de cuentas offshore para cubrir ciertos agujeros, sería una pena que la jueza Davis se enterara de que su estabilidad financiera es un castillo de naipes, ¿no crees?
Peter la observaba, esperando una reacción, una confirmación, un parpadeo de duda, usaba su perfil de hombre de negocios confiable para intentar pescar información que pudiera entregarle a Lina o usar para su propio beneficio en la junta directiva.
Alma procesó la información en segundos.
Peter no estaba allí para disculparse, estaba allí para confirmar si ella era un eslabón débil o una aliada informada. Si ella admitía saber algo de las cuentas, le daría a Peter el arma para chantajear a Iván, si no decía nada, él seguiría cavando.
Entonces, Alma decidió jugar su propia carta.
— Es curioso que mencione lo de Londres — dijo Alma, fingiendo una ingenuidad calculada — De hecho, Iván me comentó anoche que la situación es exactamente la contraria, ha logrado una inyección de capital privado desde Singapur que dejará a la competencia en la sombra. Me enseñó los balances... parece que el banco nunca ha estado más sólido.
Peter se tensó. El brillo de suficiencia en sus ojos se apagó por un instante.
— ¿Singa… Singapur? No he oído nada sobre Singapur en la junta.
— Iván prefiere mantener sus ases bajo la manga, Peter, usted mejor que nadie debería saber que él solo confía en su círculo más íntimo — Alma sonrió, una sonrisa gélida que imitaba perfectamente la de su prometido — De hecho, me pidió que no mencionara lo de la cuenta de reserva de las Islas Caimán, esa que está usando para blindar el fideicomiso de Kira contra cualquier demanda externa... pero supongo que usted, siendo su mejor amigo, ya lo sabía.
Peter se quedó lívido.
La información que Alma acababa de soltar era un cebo puro, una mezcla de términos financieros que ella conocía bien pero aplicados a una mentira total, sabía que Peter saldría de allí corriendo a verificar datos que no existían, perdiendo el tiempo y exponiendo sus propios movimientos.
— Por supuesto... las Caimán, siempre tan precavido — balbuceó Peter, levantándose bruscamente — Bueno, Alma, me alegra ver que Iván ha encontrado a alguien que entiende tan bien sus... negocios. No te quito más tiempo.
Peter se despidió con una prisa mal disimulada, Alma lo observó salir desde el ventanal, viendo cómo se subía a su coche y empezaba a hablar por teléfono incluso antes de arrancar.
Alma se dejó caer en el sofá, sintiendo que el corazón le latía con fuerza, acababa de cruzar una línea delicada, ya no era solo una mujer bajo contrato, acababa de entrar activamente en la guerra corporativa de Iván Lockwood.
Justo cuando Peter desaparecía de la vista, Iván entró en la biblioteca, se veía agotado, con la corbata deshecha y los ojos inyectados en sangre. Se detuvo al ver las orquídeas blancas sobre la mesa.
— ¿Quién ha estado aquí? — preguntó Iván con una voz que rozaba la paranoia.
— Peter Stone — respondió Alma, poniéndose de pie — Y creo que deberías saber que tu socio está buscando la forma de hundirte antes de la audiencia. Pero no te preocupes, Iván... le he dado una pista falsa que lo mantendrá ocupado un tiempo.
Iván la miró, sorprendido por la audacia de la mujer, se acercó a ella, tomándola por los hombros con una intensidad que no era de negocios.
— ¿Por qué lo has hecho, Alma? ¿Por qué arriesgarte por mí?
— No lo hice por ti — mintió ella, aunque sus ojos decían lo contrario — Lo hice porque nadie tiene derecho a usar a Kira como moneda de cambio, ni como trampolín.
En ese momento, el teléfono de Iván sonó, era un mensaje de su jefe de seguridad.
“Señor, han localizado el paradero del hombre que dice ser el padre de Alma Reyes. No está en Miami. Está en la nómina de Lina Holland”.







