Capítulo 55

Capítulo 55

Al despertar, Isadora fue impactada por un fuerte olor a moho y madera vieja. Luego, un frío intenso la envolvió por sorpresa, procedente del suelo húmedo, del colchón empapado, de sus propios huesos. Abrió los ojos con dificultad, la visión borrosa, los sentidos desconectados.

Parpadeó varias veces hasta distinguir el entorno. Las paredes eran de madera oscura y estrechas. No había ventanas. Sólo una bombilla tenue en el techo, que oscilaba como si estuviera a punto de apagarse.

Intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía como quería. Sentía náuseas, debilidad, y un sabor metálico en la boca indicaba que se había desmayado de verdad, no era sólo pánico.

La puerta estaba cerrada. No necesitaba intentar abrirla para saberlo. El silencio era absoluto, salvo por algún crujido de la casa o el sonido distante del viento afuera.

Abrazó sus propias rodillas, respirando con dificultad. La desesperación crecía.

—¿Dónde estoy? —susurró, la voz quebrada.

En ese instante, las pala
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