Capítulo 27
Alexander bajó las escaleras con pasos apresurados. Estaba atrasado para la empresa y su cabeza aún palpitaba, no de resaca, sino de los intensos pensamientos y de la larga noche que había tenido. Llegó al estudio, tomó la carpeta con los documentos que necesitaría y se preparaba para salir cuando se cruzó con su padre, que volvía del jardín con un sombrero en las manos.
— Buenos días, hijo. ¿Estás bien? —preguntó Gerald, lanzando una mirada atenta—. No quisiste cenar con nosotros ayer.
Alexander forzó una pequeña sonrisa, aún controlando los recuerdos del cuerpo cálido de Isadora en su cama.
— Sí. Sólo estaba cansado.
Y, de hecho, lo estaba. Pero no era el tipo de cansancio que se admitía en voz alta. Su cuerpo aún cargaba los vestigios de las horas intensas que había pasado con la novia de su propio hijo.
Gerald asintió, observándolo con más atención.
— Aun así, pareces un poco desmejorado. Isadora tampoco bajó a cenar.
Alexander sintió un apretón en el pecho. La simple