Capítulo 110
En el cruce de calles adelante, tres conductores bajaron de sus coches, gritándose, intercambiando insultos y empujones. Alexander soltó un suspiro pesado y movió la cabeza. Su mirada, entonces, se desvió hacia el escaparate de una joyería cercana.
Tras el cristal, una gargantilla delicada relucía bajo la luz, cada piedra brillando como si lo llamara. Sin pensarlo mucho, apagó el coche, cerró las puertas y entró en la tienda.
— Quiero ver esa pieza — dijo, señalando la joya.
El vendedor, educado, la retiró del escaparate y la colocó sobre el terciopelo negro. El brillo era hipnótico. El precio, una verdadera fortuna. Alexander no dudó. Pasó la tarjeta y guardó la cajita en el bolsillo interior de su chaqueta.
Aun sin saber si Isadora aceptaría el regalo, quería que tuviera algo que simbolizara cuánto significaba para él.
Al volver al coche, vio que la policía ya estaba retirando a los peleadores y liberando el carril. Era hora de seguir.
Estacionó a pocos metros de la ent