Los labios de Edward siguen sobre los míos, mientras con descaro froto su erección con mi mano, Estoy segura que siente la tela del pantalón más asfixiante, por que el gruñido que suelta cuando lo acaricio suena necesitado.
Con lentitud comienzo a retirar el cinturón, después bajo su bragueta y mientras él se encarga de retirarse los zapatos y las medias, yo observo el enorme bulto que aún cubre su bóxer, hasta que al fin se revela ante mi rostro cuando retira esa última prenda.
Edward me mira altivo, sabe que es enorme, que lo que tiene entre las piernas es para estar orgulloso y con toda la calma del mundo se sienta en el sofá.
Como si cada rincón de este diminuto hogar le perteneciera, como si este fuera su imperio y yo, su premio.
—Edward —espeto ante la imagen perfecta del hombre imponente en el sofá con el pene grueso y duro. Mirándome mientras su mano se desliza por el enorme trozo de carne.
Mi piel se eriza al verlo. Sus piernas abiertas, relajadas, pero todo en su cuerpo irra