—Todo bien —murmura Edward, y me obligo a sonreír mientras vuelvo mi atención a él.
—Todo está perfecto —declaro con entusiasmo. Yo estoy feliz de estar esta noche con él, es solo que ver a la cuñada que Arielle detesta en esta situación me deja un mal sabor de boca.
—¿Segura? —pregunta achinando un poco los ojos.
—Sí. Solo pensaba… en cómo decirle a Arielle.
Mentira. Pienso en Seraphina. En ese llanto. En ese hombre desconocido. Lo veo tomarla de mano mientras coloca unos billetes sobre la mesa y podría jurar que sus platillos están intactos. Salen de inmediato del restaurante y los sigo con la mirada, pero luego no sé más.
La cena termina entre risas y copas de vino, pero yo apenas puedo concentrarme en los postres. Lo observo desde el otro lado de la mesa, impecable como siempre, con su porte elegante y esa mirada que guarda secretos que solo me ha mostrado a mí. Edward Valmont. Tan frío para todos, menos conmigo.
La noche sigue, pero la inquietud me acompaña. Edward toma mi mano,