Capítulo 35

Willow, esa serpiente venenosa disfrazada de ángel caído, no se doblegó ni un ápice a pesar de que el mundo entero la señalaba con dedos acusadores. Al contrario, cada mirada de desprecio que recibía era como un elixir oscuro que alimentaba el pozo sin fondo de su odio. Ese veneno corrosivo no la destruía; oh no, la volvía más letal, más astuta, una depredadora acechando en las sombras, lista para clavar sus colmillos en la yugular de quien osara cruzarse en su camino. Su alma retorcida se regocijaba en la adversidad, transformando el rechazo en un arma afilada, dispuesta a destrozar vidas con una sonrisa sádica.

Una tarde lúgubre, mientras merodeaba por los corredores sombríos de la mansión como un fantasma en busca de presas, se detuvo en seco, sus oídos afinados captando un susurro traicionero. Las voces de Zachary y Judith emergían del salón privado, envueltas en un velo de secretismo que olía a podredumbre y desesperación.

—Nadie, absolutamente nadie puede enterarse de esto, Zach
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