En la villa hubo mucho movimiento durante todo el día.
Por la noche, la familia Uribe se fue retirando poco a poco, solo se quedó Manolo.
En la habitación principal del segundo piso, Damián estaba sentado en el sofá con Elia y Mateo pegados a él. Mateo le mostró a papá la tarea que no entendía, y resulta que papá se la enseñó de la manera más sencilla.
Mateo lo miraba con admiración total.
Elia estaba sentada a un lado hojeando una revista de actrices, completamente absorta.
Esperanza, de seis meses, estaba sentada en la alfombra gruesa jugando con sus juguetitos, levantando la cabecita de vez en cuando para hacerle soniditos a papá.
Afuera de la habitación, Manolo tocó la puerta y entró con agua tibia y medicinas:
—Señor Damián, ¡es hora de tomar la medicina!
Damián tomó las pastillas y se las tragó.
Esperanza balbuceó:
—Medicina... medicina...
Elia decidió que sacaría dinero de su alcancía para comprarle a su hermanita un juguete de estetoscopio. A los niños de esa edad les gustan es