La oscuridad los rodeaba como un manto impenetrable. Cada paso que daban parecía llevarlos más lejos del mundo que conocían, sumidos en un abismo donde nada era lo que parecía. La atmósfera densa y cargada de electricidad parecía estar al borde de la explosión, como si la misma naturaleza estuviera a punto de desmoronarse. El aire olía a tierra mojada, a descomposición, y el suelo bajo sus pies crujía con un eco lejano, como si la tierra misma protestara ante su presencia.
Samantha y Alexander, inseparables en su misión, caminaban juntos, pero el peso del destino sobre sus hombros era cada vez más difícil de soportar. La voz del Guardián, aún resonando en sus mentes, no les dejaba tregua. "Solo aquellos que han comprendido el sacrificio podrán enfrentarse a mí". La idea de enfrentarse a las sombras de su pasado los aterraba, pero sabían que no había vuelta atrás. No podían retroceder. El Guardián había dicho que el sacrificio tenía un precio, y ese precio era una confrontación con lo