El día había caído en una oscuridad tenue, pero el sendero seguía iluminado por una luz cálida que emanaba de un punto lejano, tan constante como el faro de una nave perdida en medio de un océano inmenso. Samantha y Alexander caminaron en silencio, la tensión entre ellos palpable, como si el aire alrededor se hubiera vuelto más espeso, más denso, cargado con la inevitabilidad del encuentro que se acercaba. La figura que se les había presentado en la niebla, con sus palabras llenas de misterio, seguía resonando en sus mentes. "El Guardián". ¿Qué significaba ese nombre? ¿Y cómo podían enfrentarse a lo que representaba?
Los pasos de ambos parecían ser más lentos, como si la gravedad misma hubiera aumentado, oprimiéndolos con cada movimiento. Los árboles a su alrededor continuaban susurros entre sí, sus hojas moviéndose con el viento, pero sus raíces parecían profundamente ancladas en la tierra, como si compartieran un conocimiento ancestral, uno que los seres humanos no podían comprender