El viento helado de la noche envolvía la ciudad como una manta invisible, oscureciendo las calles y creando sombras alargadas bajo la tenue luz de las farolas. Alexander y Samantha avanzaban juntos, el eco de sus pasos resonando en el vacío, mientras la amenaza de lo desconocido pesaba sobre ellos como un yugo. El encuentro con la misteriosa figura en el bosque había dejado una huella profunda en sus mentes, pero el tiempo no era un aliado y la urgencia de la situación les obligaba a avanzar, a pesar de las dudas que nacían en sus corazones.
Ambos sabían que no podían quedarse ahí, que no podían permitir que el miedo los paralizara, pero lo que el hombre les había dicho había hecho que todo lo que creían saber se desmoronara. El artefacto, lo que ellos pensaban que era el núcleo de sus problemas, era solo una pieza en un tablero de ajedrez mucho más grande. Y ahora, se encontraban atrapados en ese juego.
Samantha caminaba junto a Alexander, pero su mente estaba en otra parte, procesan