Capítulo 45 – Tierra firme.
El avión privado descendió sobre Houston bajo un cielo de tormenta que parecía reflejar el estado de ánimo de quienes viajaban en él. El motor rugía contra el viento mientras la pista se acercaba, y Flor apretó la mano de **León**, el hijo de cinco años de Gabriela, con más fuerza de la necesaria. El niño miraba por la ventanilla con ojos enormes, fascinado por las luces que parpadeaban en la oscuridad. *“¿Eso es Texas, tía Flor?” *, preguntó, y su voz infantil cortó el silencio como un cuchillo. Flor asintió, forzando una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Llevaba un vestido amplio de algodón azul que ocultaba los siete meses y medio de embarazo, pero no el cansancio que le pesaba en los hombros. Había sido un vuelo largo desde Toscana, y el peso de la decisión —regresar a la ciudad, a la guerra, a todo lo que había dejado atrás— le apretaba el pecho más que el bebé que crecía en su vientre.
Las mellizas, Sofía y Valeria, bajaron detrás con mochilas al hombro y la actitud de quien ha