Capítulo 44 – Cortinas y señuelos.
El departamento en Oak Lawn era un cubo de paredes grises y muebles baratos, pero esa mañana olía a café quemado, a tinta de impresora y a la tensión que se acumulaba como humo. Adrián estaba de pie frente a la mesa plegable, camisa blanca arremangada hasta los codos, barba de tres días que le daba un aire de exmilitar en misión secreta. Sus ojos, oscuros y concentrados, estaban fijos en la pantalla de la laptop donde parpadeaban líneas de código y documentos legales. La luz azulada le daba un aspecto de fantasma, pero sus manos eran firmes. A su lado, León el abogado, traje gris impecable, maletín abierto sobre la silla de plástico. Papeles desparramados como hojas en otoño. Notas adhesivas amarillas pegadas en los bordes de la mesa. Un plano de la ciudad con puntos rojos marcados con rotulador.
–Vamos a lanzar un ataque legal pequeño –explicó Adrián, voz baja pero clara–. Una demanda pública, pero menor. Tres accionistas falsos reclaman 2.4 millones por “dilución de participaciones”